JULIO LLAMAZARES: «ESCRIBO LO QUE ME PIDE EL CUERPO, LO QUE ME PIDE EL ALMA»

On 16 marzo, 2015 by Redacción Creatividad Literaria

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Julio Llamazares casi se queda sin café, sin tinta, sin comer y sin aliento este fin de semana en Asturias. Lo sorprendente es que no perdió elocuencia ni amabilidad, y digo sorprendente por su afirmación de que el de escritor es el oficio más solitario de todas las artes tradicionales, y su audiencia del domingo superaba el medio millar de personas… Llegó a las diez de la mañana a La Felguera y cuando nos fuimos pasadas las seis de la tarde continuaba firmando libros y posando junto a los asistentes del V Encuentro de Clubes de Lectura de las Bibliotecas Públicas de Asturias.

Durante la interesante, amena y por momentos emotiva charla con los lectores, le preguntaron entre otros asuntos por su faceta inicial de poeta, a lo que él respondió que en realidad nunca la ha abandonado, que sus novelas tienen un poso poético que precisamente es lo que hace que sea tan lento escribiendo, porque busca emocionar y trascender como lo logra la poesía.

La siguiente entrevista tal vez sea cortita en comparación con otras de Creatividad Literaria, sin embargo contiene, a nuestro parecer, la emoción y responsabilidad de Julio Llamazares sobre ese qué es escribir con una intención literaria.

*PIE DE PÁGINA: al final de esta entrevista hay una historia familiar recuperada gracias a la charla que mantuve con el escritor leonés. No deja de ser una anécdota, pero ahí la dejo, para que mi memoria nunca la vuelva a olvidar. Gracias de nuevo, Julio.

¿Qué supone para un escritor un encuentro con tanta gente?la-lluvia-amarilla

Estoy hasta preocupado, porque un encuentro con más de quinientas asturianas animosas será una experiencia curiosa. Es broma, seguro que estupendo. Date cuenta de que los escritores, por lo menos en mi caso, no tenemos mucho contacto con los lectores. De las artes tradicionales la más solitaria es escribir. El escritor es como un náufrago que crea mensajes que mete en botellas que lanza al océano y no sabe quién los va a recibir.

 

¿Qué dificultades y sorpresas se ha llevado en la elaboración de su sexta novela, Distintas formas de mirar el agua?

La principal sorpresa ha sido la propia novela, porque no tenía previsto escribirla. Yo estaba condenado a tarde o temprano escribir una novela relacionada con un suceso muy vinculado con mi vida y sobre el que continuamente me preguntan desde que tengo uso de razón, que es cómo me ha influido como persona y como escritor el hecho de haber nacido en un pueblo que está bajo el agua. Había terminado una novela hace dos años, yo soy muy lento, tardo mucho entre novela y novela, y pensaba además retomar el libro de viajes Las rosas de piedra porque me falta todavía parte de las catedrales de Andalucía y las islas. Pero un día, haciendo como un ejercicio de estilo, contando una historia de las muchas que sé de la gente desterrada por los pantanos fue como si hubiera levantado la tapa de un volcán y hubiera salido la lava acumulada de toda mi vida, todas las emociones y sensaciones que me transmitieron, porque yo allí viví muy poco en realidad. La novela la escribí como si me la hubieran dictado, sin ánimo de mitificar. Tenía la sensación de que era como cuando llevas mucho tiempo escribiendo y no ves nada y le das a la tecla de imprimir y salen ochenta hojas. Es la novela de mi vida, pero no porque sea más la importante. Todas son autobiográficas porque reflejan el alma del autor. Esta habla de algo que está en la raíz de mi experiencia vital.

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Los viejos, los lugares abandonados o los edificios antiguos tienen mucho protagonismo en sus obras. ¿Es una reivindicación ante el culto a la juventud?

Yo es que no tengo ninguna estrategia a la hora de escribir. Escribo lo que me pide el cuerpo, lo que me pide el alma. Escribo de las cosas que realmente me interesan y me apasionan. Luego lo que ocurre es que por muy raro que tú seas siempre hay alguien que se identifica contigo, que son tus lectores, gente que emite en la misma frecuencia, digamos. Cada escritor tiene un tipo de lectores y, es más, no debe aspirar a tener otros que no le correspondan por su estilo y por su sensibilidad. Yo cuando escribo, escribo lo que me apetecería leer a mí. Puede haber algo de esa reivindicación de lo que se pierde, de lo que desaparece, pero no lo hago con ánimo reivindicativo sino literario. Yo creo que la sustancia principal de la escritura es la memoria y que solo se escribe de lo que no se tiene o de lo que has perdido. El presente lo vives, lo retienes, lo disfrutas. Solo se escribe desde la memoria o desde el deseo, y lo viejo forma parte de esa memoria. Los escritores tenemos que ser testigos de nuestro tiempo y de nuestro lugar. La literatura es la memoria histórica de un país y tiene una responsabilidad de preservar del olvido lo que merezca la pena preservar.

Recientemente, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid impartieron un taller sobre Literatura de viajes. Si le propusieran a usted impartir una clase sobre el asunto, ¿qué recomendaría a los participantes?

A mí los libros de viajes me gustan hasta los malos, me pasa como con las pelis del oeste. Los libros de viajes te abren puertas a la imaginación. Recomiendo hacer un viaje con un libro del lugar en la mano, y no tiene por qué ser a un lugar exótico. Contrastas tu forma de ver con cómo lo vio el autor. El viaje es la metáfora de la vida, es un mito clásico. Creo que la imagen más parecida a la de un escritor es el viajero. No hay mucha diferencia entre el hombre que anda por un camino, se sienta y empieza a escribir lo que le ha pasado en ese día y la persona que va por la vida y cada cierto tiempo se pone a escribir lo que le ha sucedido, lo que ha pensado, lo que ha vidido. Escribir y viajar es casi lo mismo.

¿Un escritor descansa?portada-cielo-madrid_grande

Muchísimo. Por lo menos yo. ¿Sabes lo que pasa?, que hay dos tipos de escritores. Yo siempre se lo digo a la gente porque hay mucha confusión, sobre todo en los tiempos que corren. Estamos en una época en la que todo el mundo escribe porque el mito lo han situado en una posición que no le corresponde. Escribir siempre fue una actividad marginal. Lo peor que le podía pasar hasta hace treinta o cuarenta años a una señora decente era tener un escritor por yerno, porque era garantía de que la hija iba a pasar hambre y no iba a llevar buena vida. De repente ha habido una inversión de los términos motivada por el comercio y ahora hay muchos escritores profesionales de los llamados best sellers o novelas de entretenimiento, y para mí eso no tiene nada que ver con la literatura. La literatura no está para entretener. La literatura está para emocionar, conmover, para hacer pensar. La literatura tiene que exigir esfuerzo. Lo peor que me pueden decir a mí, aunque entiendo que me lo dicen como un halago, es «leí la novela de un tirón». Yo no escribo para que la lean de un tirón sino para que paren, paladeen… Otra cosa es que lo consiga. Un escritor es aquel que seguiría escribiendo aunque no le publicasen. Si haces esta prueba en España el noventa por ciento dejarían de escribir inmediatamente. Hay mucha gente que se ha embarcado en el mundo del libro porque ahora da prestigio, popularidad y a veces hasta dinero, pero en muchos casos lo que escriben no tiene nada que ver con la literatura. Escriben con corrección, hacen estrategias comerciales y ya tienen una novela. Si escribir es muy fácil, ahora, escribir bien es muy difícil. La diferencia es el trabajo con el lenguaje y por eso digo que yo descanso mucho, porque no acabo un libro y empiezo con otro. A mí se me tiene que imponer el libro. Es como un tumor sentimental que va creciendo en tu conciencia y hay un momento que estalla y entonces ya te pones a escribirlo. Yo no me siento y digo: «bueno, ¿ahora de qué escribo?». Para mí eso no es escribir.

Y usted que en sus libros refleja el abandono, ¿ha abandonado alguna historia?

Como te decía no me siento a escribir hasta que no se levanta el volcán y empieza a echar lava. A mí me rigen los temas, no los elijo, y por eso soy tan previsible o tan coherente, como lo quieres llamar.  Yo llevo una línea de temas y asuntos literarios que tienen mucha relación entre ellos, porque son los que a mí me interesan.

 *Nota personal: mi abuelo me prestó hace años El río del olvido, el libro de viajes de Llamazares que retrata algunos de los pueblos del río Curueño próximos al embalse del Porma, en la montaña leonesa. Me lo prestó porque él era de esa zona, en concreto de Tolibia de Arriba. El escritor conoce tan bien el lugar como a sus habitantes y sus historias, por lo que en el café posterior a la entrevista, al yo mencionarle mi ascendencia me preguntó si mi abuelo tendría alguna relación con Teodora, la propietaria de la casa en la que dicen que aparecieron en más de una ocasión espíritus o duendes, una anécdota que él dejó plasmada en El río del olvido y que sigue siendo motivo de peregrinación de curiosos a Tolibia. No destaco ni por mi memoria ni por mi orientación y me perdí de regreso a Gijón, tal vez por andar intentando recordar la historia de mi abuelo. Cuando recuperé la buena senda fui directa a casa de mis padres y mi madre refrescó mis recuerdos:

Parece ser que mi bisabuela María, que era la partera del pueblo, rompió aguas durante la boda de Teodora. Corrió entonces a su casa y parió ella sola mientras su marido, Lorenzo, disfrutaba de la fiesta. A continuación envolvió al bebé en una manta y regresó a la ceremonia. Aquel alumbramiento fue el veinte de noviembre de 1920 y el bebé, al que más de sesenta años después yo llamaría güelito, pasó las primeras horas de su vida en la celebración de la boda de Teodora. Y Julio, ¿sabes qué nombre le pusieron al niño? ¿sabes cómo se llamaba mi abuelo?

Teodoro.

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