RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN: «ESCRIBE COMO SI NUNCA FUERAS A PUBLICAR»

On 5 noviembre, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

Me atrevo a decir que este diálogo con Ricardo Menéndez Salmón no es solo una buena guía parniñosa conocer a uno de los autores más destacados de la literatura actual en castellano sino un decálogo de consejos recomendable para aquellos a los que les guste escribir y/o leer. Me atrevo a decirlo porque todo el mérito de la entrevista es del escritor: reflexivo y generoso en tiempo, conocimientos y anécdotas.

Otra pista me la da la larga lista de posibles titulares: «la literatura es una forma de conocimiento más», «la metáfora es la demostración de que la vida no se puede escribir», «el ruido de fondo que rodea la literatura, que es mucho, te distrae», «nunca soy más escritor que cuando no estoy escribiendo», «lo más pesado de la literatura es escribir los libros, lo hermoso es soñarlos», «mi primer lector es ya mi editor». Y  la lista continuaría.

Además, Ricardo Menéndez Salmón, cita y saborea referencias literarias a tener en cuenta: DeLillo, Michon, Reza, Vila-Matas, Onetti, Faulkner, Kafka… Por todos estos motivos y por considerarlo contenido valioso he decididio no cortar nada, incluso los recuerdos de la época de profesor, del corrector de manuales de Aceralia o del escritor anónimo con incertidumbres. Se cuela también un atardecer en Cali. Que cada uno elija su pesca. Él aun no se cree que en enero vaya a publicar la que será su décima novela, Niños en el tiempo. Será porque pone en práctica el consejo que da a los que se lo piden: «Escribe como si nunca fueras a publicar».

***Caña, mosto, música de Sixto Díaz Rodríguez y conversación sobre discursos y poder en La Corrada (Gijón)

Las primeras dos páginas de Medusa pueden alejar a lectores que huyan de una lectura filosófica, cerebral. ¿Es a Medusapropósito? ¿Es un aviso a navegantes?

     No sé si se dará el caso de que haya lectores nuevos a través de un libro como «Medusa«. Sospecho que yo soy más bien un autor que ya ha ido generando unas afinidades. En ese sentido creo que los lectores que se acercan a Medusa seguramente ya lo habrán hecho a otros libros anteriores y no se sorprenderán de lo que se encuentran. Yo no escribo para alejar a nadie de la lectura, pero soy consciente de que cada escritor que tiene un nicho, un ecosistema en el que poblarse. Yo, quizás, demando, exijo, busco un interlocutor al que le guste un tipo de literatura que obviamente no es la literatura de consumo, la literatura más extendida entre la gente. Mi experiencia de estos años sí me ha dicho que gente que al principio, si no reticente, le costaba, a través de cierto esfuerzo lector sí que han ido poco a poco entrando en este universo mío. Más o menos he conseguido fidelizar a lectores que quizá en principio no se sentían dispuestos a recorrer este camino, un camino de cierto esfuerzo.

Sí que me pareció que esas dos primeras páginas eran mucho más densas que el resto de la novela.

     Son dos páginas decisivas. Preparan todo lo que sucede después y buena parte de la filosofía de fondo del libro. Es una especie de pórtico ensayístico, si quieres.

¿Qué sensación esperas dejar en tus lectores? En general, no solo en esta novela.

     Primero debo confesar que la idea del lector me resulta ajena. Tengo asumido que escribo los libros que me gustaría leer. En ese sentido el lector tipo, si existiera esa figura, se parecería mucho a mí. No pienso en un posible receptor de lo que estoy haciendo porque creo que de alguna manera eso me podría condenar a aflojar la mano alguna vez, a hacer cierto tipo de concesiones. Luego, objetivamente, sé que esos lectores existen y los he ido encontrando. Para mí la literatura es una forma de conocimiento más, como las matemáticas, o la filosofía. No es algo que viva en un mundo sin contaminar al margen de lo que sucede. No es algo que discurre por una especie de torre de parnaso, de torre de marfil. La literatura tiene un enorme capital de conocimiento, es una enorme máquina inquisitorial. Decía Coetze en uno de sus últimos libros que él se dedicaba a redactar expedientes de la conciencia humana, sobre la naturaleza de los hombres y que esos expedientes son las novelas. Hay algo en el gran novelista de forense, de hablar de nuestras conquistas, miserias, grandezas. Me gustaría que los lectores que se acercan a mis libros tengan la sensación de que están accediendo a una determinada forma de conocimiento a través de un artefacto como es la literatura.  Por otro lado, sí que creo que mis libros pueden provocar una conmoción estética y creo que son libros que a pesar de que normalmente se mueven en terrenos bastante oscuros y en temas no siempre cómodos. Hay una vocación de belleza en el lenguaje, en el idioma. La literatura en último caso es una herramienta que en la medida de lo posible no debe renunciar a esa facultad que tiene de generar deseo de intelección por un lado y el uso de un lenguaje atento a la belleza de la expresión y atento a aquello que se quiere contar. Hay muchas imágenes creadas por los propios escritores de lo que debería ser un buen libro. Yo siempre pienso en esa célebre que decía Kafka en sus diarios: los libros importantes son aquellos que de algún modo actúan como un hacha que rompe una capa de hielo, esa capa de hielo por la que normalmente transcurrimos, nuestra vida cotidiana. Estamos muy estimulados y al mismo tiempo muy dormidos.  Hay obras, puede ser una novela pero también película o una pintura o lo que sea, que de algún modo rompen esa capa de aislamiento. Es una imagen poderosa y me parece bastante acertada por la conmoción que producen ciertas lecturas; por lo menos a mí como lector siento que hay libros que me han sacudido, que han roto ese mar helado que de algún modo todos llevamos dentro.

¿Por qué te decides por la ficción y no por el ensayo puro y duro?

     Yo procedo de la filosofía, esa es mi formación. No he estudiado historia, ni literatura, no he estudiado ningún tipo de filología. Me he acercado siempre a estas disciplinas como un modo de disfrute pero nunca me he formado en estos campos. Me he formado en la filosofía, que creo que es la que se pregunta por los grandes temas: qué es la libertad, qué es el sujeto, qué es la Historia con mayúsculas, qué es el tiempo. Las grandes preguntas de siempre. Voy a citar a Deleuze, él decía que la filosofía que no sirva a ningún poder, ni al estado ni a la iglesia, fundamentalmente sirve para entristecer. Sirve para entristecer porque enseña que la vida es una disciplina bastante dura y a veces muy difícil de encontrar un sentido. Ese primer paso creo que es necesario para un sujeto que se quiera libre, para una persona que quiera pensar por sí mismo. Aceptar ese conocimiento de  la filosofía, pero para vivir yo creo que se necesita algo más, porque es muy difícil vivir en la tristeza de la filosofía y ahí es donde creo que entra la importancia de la ficción. La ficción es un mecanismo, en este caso la novela, que permite de algún modo convivir con esas verdades de la filosofía que de otra manera serían insoportables. Porque también la certeza de que ningún arte como la literatura es capaz de atrapar de algún modo de fijar eso que es la vida, ni siquiera mecanismo científicos y tecnológicos lo permiten. La  literatura es un intento, quizás el más ambicioso, plural y al mismo tiempo el más heroico casi ¿no? de algún modo intentar fijar la vida. Hasta el punto de que cuando pienso en épocas históricas pasadas y alguien me pregunta cómo sería la Rusia de los zares, por ejemplo, yo pienso: se habrán escrito miles de libros de historia pero estoy seguro de que ninguno traslada con tanta fuerza el ambiente como Guerra y Paz. La gran literatura creo que en ese sentido tiene una capacidad enorme de, no de explicar o fijar una verdad porque no sabemos qué es la verdad, qué es eso ¿no?, pero sí al menos de intentar acercarse a esos momentos que han sucedido y fijarlos a través de las ficciones.

A veces juegas a que el narrador se confunda con el escritor. ¿Te gusta sentirte como Hitchcock cuando aparecía de refilón en sus películas?

  Me interesa la presencia, eso que se ha llamado la auto ficción, la identificación de la voz narradora con la voz autoral. Creo que da muchas posibilidades. Permite entrar y salir de la narración, trascender muchos límites que la literatura clásica había impuesto. Me gusta hacerlo, no voy a decir de un modo frívolo o lúdico, pero tampoco deseo que el lector establezca una identificación entre Ricardo Menéndez Salmón la persona y Ricardo Menéndez Salmón el autor. Muchas novelas convencionales, yo estoy convencido, dan la sensación de que el autor está hablando de sí mismo y sin embargo aquellas que parecen que son ficciones puras y duras son las que más claves dan sobre la personalidad del autor. Un autor siempre está en sus libros, de un modo u otro. A mí me resulta imposible en determinado momento de la escritura no disolverme en lo que estoy escribiendo, siempre sales por algún lado. Lo que pasa es que a lo mejor no es el lado aparentemente obvio el que aparece. En las páginas de Medusa puede Prohaska estar más cerca de mi que cuando es la voz del narrador la se introduce y parece que soy yo el que está hablando. Se da un poco las dos cosas,  pero me parece que la autoficción bien tratada y bien empleada regala nuevos espacios a la narrativa. De hecho creo que buena parte de los escritores que a mí me han interesado en estos últimos años. En España el caso de Vila-Matas, por ejemplo. Escritores que han flirteado con esta idea de filtrarse, si no como personajes de sus narraciones, sí abiertamente como protagonistas.

¿Alguna vez te ha sucedido como al narrador de El corrector y te has planteado dejar de escribir?corrector

     Sí. Ahí sí que hay mucho de verdad. El corrector se publica en 2009 pero sucede en 2004. Yo en 2004 había publicado La filosofía en invierno, Panóptico, Los arrebatados y Los caballos azules. Era un escritor desconocido, una persona que había editado para sus amigos prácticamente. Había publicado con las asturianas KRK y Trea, y eso te condena prácticamente a la invisibilidad. De modo que en aquel momento, en 2004, yo era simplemente un corrector que en buena medida mantenía una relación muy conflictiva con la literatura porque yo seguía escribiendo pero me sentía con muy pocas fuerzas para salir adelante. Tenía la sensación de que iba a ser muy difícil alcanzar la visibilidad. Por fortuna luego eso cambió, y por fortuna también creo que aunque hubiera durado más esa pelea contra la invisibilidad yo hubiera seguido escribiendo. Al final creo que es legítimo tener entre tus objetivos que tu literatura llegue al mayor número de lectores posibles para que se discuta, pero seguramente la literatura pasa por una necesidad y mientras esa necesidad siga viva de algún modo un escritor seguirá escribiendo independientemente de que se le lea o no. De hecho a veces a mí a veces escritores que empiezan me preguntan por algún consejo, y yo siempre pienso en uno: escribe como si nunca fueras a publicar, creo que eso te regalará una enorme libertad. Te dirá que también que el ruido de fondo que rodea la literatura, que es mucho, te distrae. Pero sí, yo en aquel momento tenía dudas y además hay que vivir ¿no? Tuve que decidir. Yo empecé trabajando como profesor. En el año 94 acabo la carrera y con veintitrés años empiezo a trabajar en un instituto y en el 99 lo dejé. No tenía plaza, era interino y tal, pero tenía trabajo aquí en Asturias y era un chaval y tenía una pasta y vacaciones. Me encontraba bien en el aula, me gustaba, pero la vida de instituto por un lado, la burocracia por otro y luego el ambiente escolar que solo veía gente quemada a mi lado, gente de cuarenta años que iban a trabajar sin ninguna gana… No lo quiero para mi, pensaba, a ver si voy a sacar la plaza y me quedo aquí toda la vida. Entonces dejé el trabajo y me puse a escribir y publiqué dos libros y no pasó nada ¿no? Obviamente. Entonces tuve que volver a trabajar y fue cuando empecé en KRK, que fue la editorial que me había publicado los dos libros. Y nada, empecé corrigiendo pruebas. Estuve allí nueve años y acabé un poco de número dos de la editorial. Fueron años muy guapos porque el trabajo de edición es un trabajo fascinante. Yo nunca he sido capaz de verme como escritor profesional, sé que lo soy porque vivo de esto hace años y es a lo que me dedico, no hago otra cosa, pero nunca he sido capaz de ver la literatura como un trabajo, para mí es una vocación y una necesidad. Soy una persona muy privilegiada. De modo que yo puedo pasarme mucho tiempo sin escribir, largas temporadas, lo cual no significa que no sea escritor. Quiero decir, yo creo que nunca soy más escritor que cuando no estoy escribiendo. Uno es escritor 24 horas al día. Escribir no es solo sentarse a una mesa. Esa es un poco la publicidad del escritor y su musa. Escribir tiene mucho de trabajo mental fuera de lo que es el trabajo oficinesco, que es un rollo además, lo de escribir. Lo más pesado de la literatura es escribir los libros. Lo hermoso es soñarlos y pelearse con ellos y construirlos y ver cómo funcionan y no funcionan; pero el hecho físico de la escritura es un trabajo bastante penoso. Sí, sí, es duro escribir, muy solitario, no es la parte de la que más disfrute. Es muy penoso el acto de la escritura y cuando digo penoso incluso físicamente, es algo pesado. Yo empecé en KRK corrigiendo manuales de Aceralia, no creas que a Tolstoi, no… Aceralia tiene como quinientos manuales para los trabajadores de cómo funciona una y otra máquina, cómo hay que ponerse un casco, en fin, lo más aburrido que te puedas imaginar, pues así empecé yo trabajando. Y luego, cuando dejé eso, el primer libro que yo corregí fue uno durísimo: el Diccionario toponímico de la montaña asturiana, de Julio Concepción. Es un libro muy interesante por un lado, pero imagínate, este tipo va por Asturias y cada vez que ve un topónimo lo interpreta etimológicamente. Un tocho de mil páginas. Luego hay trabajos más gratos pero yo he corregido de todo. Tola-ofensado lo que te puedas imaginar ha pasado por mis manos.

En el caso de que hayas perdido la inocencia y la frescura de las primeras obras ¿qué adjetivos le pones a los sentimientos de los últimos trabajos?

     Por un lado yo creo que la narrativa, que es a lo que yo me dedico, es un arte de madurez. Empieza a dar sus frutos, salvo rarísimas excepciones, ahora, en la década en la que yo estoy: entre los cuarenta y los sesenta. Los grandes novelistas se hacen, son como los vinos. Se decanta con el tiempo. Eso significa que uno asume que la literatura tiene mucho de oficio, que aprendes. Te pongo un ejemplo: cuando yo empecé a escribir era un escritor muy barroco, muy florido. Era capaz de llenar una página de veinte adjetivos. Me parecía que aquello era el cúlmen de la sabiduría literaria, pero con el tiempo vas descubriendo que no es así. Hay un momento muy importante en la carrera de un escritor que es cuando uno es capaz de tirar a la papelera una página bien escrita porque sabe que no aporta nada a la historia. Es un momento muy difícil: renuncias a algo bello, algo bien trabajado. Es el momento en el que uno se da cuenta de que la literatura no consiste en escribir páginas estupendas una detrás de otra sino que es mucho mejor escribir páginas normales pero que tengan una fuerza, una densidad y una cohesión. Eso te lo da la edad, te lo da el trabajo. Hoy, cuando pienso en mi trabajo como escritor, me doy cuenta de que es un trabajo fundamentalmente de cueva, de cada vez intentar ir más al hueso del asunto, intentar ser lo más económico en el idioma. Si es posible transmitir en veinte palabras lo que dirías con treinta mejor, y si mañana se puede hacer en quince mucho mejor. Conseguir fuerza expresiva. En ese proceso, a lo mejor pierdes esa inocencia, esa frescura, pero al mismo tiempo creo que ganas otras cosas. Ganas densidad, profundidad y sobre todo con los años aprendes a juzgarte mejor a ti mismo, a saber el lugar que ocupas. Fundamentalmente porque sigues leyendo y cada vez lees más y cuanto más lees mejor te das cuenta de tus límites y de tus conquistas también ¿no? Yo soy muy consciente del lugar que ocupo enla literatura española porque sé lo que tengo por encima porque lo leo y sé lo que tengo por debajo porque también lo leo. Eso también te lo regala la edad.

¿Con qué tempo, ritmo, escribes? No te imagino como un loco escribiendo del tirón…

     Un libro me lleva aproximadamente entre dos o tres años. Normalmente tengo dos libros sobre la mesa, uno más o menos avanzado y otro que va naciendo. De modo que acabo escribiendo cada tres años dos libros, más o menos. Yo diría que escribo por impulsos. Concentro en muy poco tiempo grandes tiradas. A lo mejor en una semana de buen trabajo soy capaz de redactar veinte páginas, que parece poco pero es muchísimo. Pero insisto, la novela va conmigo veinticuatro horas al día 365 días al año. Yo separaría el hecho físico de escribir del hecho mental de concebir, de pensar en la escritura, en los personajes en las soluciones. En este sentido el tiempo de pensamientoy de reflexión es constante y el tiempo de ejecución es un poco a impulsos. Me puedo pasar dos meses sin escribir una palabra.la-noche-feroz-

Es habitual, o por lo menos a mí me pasa, toparme en tus novelas con vocabulario que desconozco. ¿Tiras de diccionario?

     No, no. Es una suerte para los escritores en español de tener uno de los idiomas más ricos del mundo. El español culto no sé por cuantos vocablos andará, pero una barbaridad. Y si hablamos ya de los diferentes españoles, cada país de América tiene su propio español, lo cual multiplica infinitamente las capacidades expresivas. Yo creo que eso habla de un empobrecimiento enorme  por parte de los lectores. Yo puedo entender que haya términos a veces complejos o extraños en una novela, pero muchos otros términos que me plantean son palabras absolutamente integradas no en el uso cotidiano sino en el uso literario. Cuando leemos una novela nos estamos moviendo en un código literario no en el del lenguaje cotidiano, cuando uno va a comprar o se relaciona con los amigos. Luego, si yo tengo un vocabulario rico en mi expresión escrita es porque las palabras que empleo dicen aquello que quiero decir en ese preciso momento. No sé si me estoy explicando. Yo sé que hay un nivel estándar de escritura bastante pobre pero me pregunto por qué debemos renunciar a esa riqueza idiomática enorme del castellano que además no es una riqueza vana ni arbitraria sino que el uso de determinadas palabras significa una cosa que otra palabra no te da. Esto no significa que yo haga una loa de que los libros se deben escribir de determinada manera y no de otra. No, no, cada escritor debe encontrar el modo de escribir y las palabras que le sean fieles y que reflejen el mundo en el que él se siente cómodo. Un escritor con una economía expresiva absoluta como Rulfo y sin embargo su literatura es apabullante. A su lado tenemos a Carpentier, quizas el español más hermoso del siglo XX, florido, unas construcciones abrumadoras; igual de bello pero con una resonancia completamente distinta, utilizando una misma herramienta para dos modos distintos que provocan en el lector un impacto completamente distinto. ¿Es mejor uno que otro? No. Hay una decisión estilística, una decisión de contenidos, que supongo que tiene que ver con las afinidades de cada escritor. A uno le gusta un idioma resonante donde la palabra juega un papel fundamental y otros escritores les gusta otro tipo de expresividad. Yo no juzgo a un escritor porque su escritura sea menos rica a nivel de vocablos pero sí que me parece una lástima que pueda haber escritores que no utilicen más vocablos a lo mejor por este prejuicio de que la gente no lo va a entender. Si la gente no las entiende que se busque la vida. Es un poco como en el cine. No es lo mismo ir a ver una película de David Lynch que una película de Amenábar. En la película de Amenábar ya sabes que los códigos los va a entender todo el mundo, desde niños de ocho años hasta ancianos de ochenta. Si vas a ver una película de Lynch, obviamente, entras en un mundo distinto, difícil, donde las interpretaciones no son unidireccionales. En la literatura lo mismo. Y yo no soy excepcional, hay escritores contemporáneos con un español riquísimo, Javier Marías por ejemplo.

<<Acepto el tirón de orejas>>Los caballos azules

      El esfuerzo debe de ser del lector hacia el autor, no del autor que baja, baja y baja el listón hasta llegar a miles y miles y miles de lectores cuyo español es de mil palabras. Yo no puedo trabajar con una literatura de mil palabras porque no me permite contar lo que quiero. Y eso supongo que lleva a la primera pregunta, a que cada autor va encontando su manera, su nicho. Yo soy muy consciente de que mi literatura no puede llegar a un público masivo. Cuando digo masivo, decir masivo en España es muy poco porque aquí un libro que venda diez mil ejemplares ya es un exitazo. Yo he vendido treinta cinco mil ejemplares de La Ofensa en sus distintas ediciones, que es un disparate, es muchísimo, no he vuelto a vender tanto con ningún otro libro. Es un libro difícil a nivel lingüístico, que exige y sin embargo 35mil lectores s eacercaron a él, lo cual viene a sginificar que el mercado, o no sé quién, nos hae pensar que el lector es más tonto de lo que en realidad es y muchas veces también el lector tiene culpa porque se conforma con mantenerse en la mediocridad. Yo discuto mucho cuando voy a los talleres, por ejemplo. La mayor parte de los clubs de lectura están integrados por mujeres, señoras que afortunadamente han conquistado un terreno de ocio y leen y les encanta. Cuando llega mi libro  normalmente me dicen «me gustó mucho pero no entendí nada» o «me pareció muy difícil». Señora, ¿a usted le gusta leer?, le digo, «sí sí», mfe responde, «¿y usted qué lee?» Bueno pues leo esto y tal. ¿Pero por qué no hacen el esfuerzo de ir un poco más allá? Ya tienen lo más difícil que es interesarse por la escritura, son capaces de perder dos horas diarias de su vida sentadas delante de un libro, hagan un esfuerzo, suban un segundo peldaño . No se puede empezar la literatura por Kafka, hay que empezar leyendo a Poe. Hay que empezar leyendo a Salgari para después poder leer a Dickens, hay que empezar leyendo los cuentos de Ignacio de Aldecoa. Pero muchos lectores no se esfuerzan, se conforman con quedarse en ese peldaño que es el libro del año, el Dan Brown del año, la María Dueñas del año, el Steve Larson del año. Y me da mucha pena porque una vez conquistado el hábito lector ahí es donde hay que hacer el esfuerzo. Eso depende mucho de los talleres y de quienes los dirigen, que les impongan lecturas que les hagan prosperar. Si Arturo Pérez Reverte te ha conquistado da un paso más y ahora vamos a otro tipo de exigencia literaria ¿no? Pero no te quedes en el prejuicio. Luego sí, hay literatura para todo el mundo, uno no puede ponerse a leer a Saramago porque sea Premio Nobel. Si lo lees y te parece un coñazo pues no hagas el esfuerzo, la literatura es infinita, pero yo siempre intento pelear porque salgan de esos guetos de la literatura absolutamente convencional. Aunque bueno, tampoco es mi tarea, bastante tengo con escribir libros. Es un drama, vivimos en un mundo en el que las posibilidades de lectura son infinitas. El mercado literario español llega hoy en día al último rincón del planeta. Podemos leer a los mejores escritores de Japón, de Sudáfrica, de Islandia y de Canadá; de los cuatro puntos del planeta, pero esa democratización gigantesca de la literatura no ha traido consigo digamos una democratización del conocimiento. La gente sigue presa de esos dos, cuatro, títulos que se llevan al final del año. Es un drama, es un drama. Los libros son misteriosos. Uno nunca sabe por qué sucede lo que sucede con ciertos libros y viceversa, por qué funcionan en un país y no en otro…. Mi experiencia me dice que cada libro es un enigma. A mí mis libros siempre me han desconcertado. Yo he esperado cosas de mis libros que casi nunca se han cumplido, para bien o para mal. Es cierto que obviamente hay campañas orquestadas pero nunca se sabe y te pongo un ejemplo: La sombra del viento. Lo que ha vendido Carlos Ruiz Zafón, ha conquistado a millones de lectores de todo el mundo. Se supone que su siguiente libro, después de una década sin publicar, va a conquistar a todos los sectores del primero más muchos otros. El juego del ángel fue la mayor operación editorial de España. Se publicaron un millón de ejemplares para la primera edición para un país de 45 millones de españoles. A la presentación en el Teatro del Liceu invitaron a mil personas. Las expectativas eran enormes, y vendió doscientos o trescientos mil ejemplares. No hay una lógica con los libros y los editores lo saben porque están hartos de estrellarse con un libro que creen que se va a comer el mundo y al mismo tiempo de volar altísimo con un libro que no daban un duro por él. De nuevo el ejemplo es La sombra del viento, que llegó arriba por el boca a boca. Es misterioso, por fortuna. Si cada libro te diera lo que esperas no tendría mucho enigma el asunto.

<<¿Qué tal? Bien, por mí no te preocupes, no tengo prisa. Como has contado tanto ya, igual a partir de ahora se empiezan a repetir un poco los temas. Tú tira, luego ya cortas por donde quieras>>

 ¿Le das muchas vueltas hasta dar con la comparación o la metáfora definitiva? Son muy evocadoras.

     Corrijo bastante. Yo creo que la escritura tiene mucho de música. Hay una relación más o menos secreta, más o menos transparente. En literatura, la página, el párrafo y la voz suenan de un modo. Eso que llamamos el estilo de un autor frente a otros es algo que tiene su musicalidad, y estoy hablando de la narrativa no de la poesía. En ese sentido hay un trabajo en lo que hago bastante intenso de corrección, que pasa fundamentalmente por lograr ese tono y sobre todo en el caso de las metáforas, que para mí son el corazón de la literatura, por lo menos de la mía. Es la figura literaria que más quiero. Ese intento constante de intentar atrapar algo que se te escapa. La metáfora realmente es la demostración de que la vida no se puede escribir. Sí, sí, hay mucho trabajo de buscar la palabra exacta.

¿Sigues escribiendo relatos?gritar

     No. He escrito algún relato por encargo y debo confesar que por una razón puramente económica pero no escribo relato. No sabría decirte una razón. Hace unos años que lo que me conmueve es esa media distancia. Digo media distancia porque no creo que escriba nunca una gran novela. Estoy cómodo entre esa y la novela corta. Para lo que quiero contar estoy cómodo en esa medida.

<<Quedarán para la historia dos muy buenos libros de relatos. Mucha gente me dice que es una pena que haya abandonado, pero nunca se sabe, a lo mejor dentro de cinco, tres o diez años vuelvo. O te quedas con esos dos como un señor. O me quedo con esos dos, nunca se sabe. >>

¿Qué escritores/obras crees que te han marcado, y  marcan actualmente tu estilo?

      Para mí hay dos escritores fundamentales. Uno es Kafka y otro es Faulkner. Son los dos escritores más importantes en mi formación. De Kafka por sus temas. Su universo me resulta muy cercano, su visión de la vida. Del otro, no por sus temas porque a mi el sur americano me importa bien poco, cómo los trata. Su uso del idioma es algo que desde que lo descubrí siendo un chaval fue una experiencia irrepetible. Además creo que seguramente Faulkner sea el escritor más influyente del siglo XX. Cuando uno lee a buena parte de la literatura contemporánea siempre de un modo u otro acaba apareciendo por ahí la sombra de Faulkner. Luego hay un libro que a mí me marcó muchísimo que fue Viaje al fin de la noche de Louis-Ferdinand Céline. Lo leí con dieciocho años y sin ningún tipo de información. Confieso que lo leí porque me gustó el título, como cuando compras un cd porque te gusta la portada pues a mí me gustó aquel título: Viaje al fin de la noche, me parecía seductor, y con ese libro, cuando acabé de leerlo, fíjate tenía yo dieciocho años, qué sabía yo de la literatura, pensé, joer algún día me gustaría hacer algo así, lograr algo que lleve a alguien tan lejos como este libro me ha llevado a mí. Realmente ese libro me dio la vuelta, seguramente me hablaba de muchas cosas que yo desconocía pero que me eran cercanas. Es un libro terrible, para mí uno de los libros más atroces del siglo XX pero a la vez es una de las obras más extraordinarias que se han escrito. En cuanto a la literatura contemporánea, yo creo que la gran literatura que se hace hoy en día en el mundo nace en Estados Unidos. Hay treinta nombres que sería difícil reunir en las literaturas europeas. Si tengo que quedarme con uno me quedaría con la obra de Don DeLillo. Y luego me gusta muchísimo, muchísimo, un escritor completamente distinto, es un mago del idioma, un escritor de obras brevísimas que trata temas que tienen que ver mucho con la imagen, es Pierre Michon, el escritor francés.

<<Te han comparado alguna vez con él. Ya, ya quisiera>>.

     Es el escritor europeo vivo que más me gusta. Y por citar a un escritor español, para mi el gran escritor del siglo XX español es Onetti. A mí es el que más me gusta y también del que más cerca me he sentido siempre. Por su temática, por su modo. La literatura tiene mucho de afinidad. Uno busca voces que le hablen de si mismo, aunque sea desde otra época. Hay una concepción de la vida en Onetti que me resulta muy cercana y como escritor era un prodigio. Nadie ha escrito como él en el siglo XX en España. De hecho mi novela favorita del siglo XX en español es El Astillero. Si pudiera escribir una novela la mitad de buena como esa mi vida …

¿Qué fotos, libros, postales, cuelgan en el corcho de tu escritorio?

     Tengo fotos de mis hijos fundamentalmente. Tengo, curiosamente, pintura religiosa; yo que soy ateo me gusta la pintura religiosa. Y tengo fotos de escritores, tengo una foto de  Onetti , una foto de Joyce, de Kafka, de Faulkner, de Dostoievsky. No es que me inspiren o algo así, los tengo ahí un poco como… nosé. No soy una persona muy fetichista con las imágenes, ni con los objetos, ni necesito un marco especial para escribir ni rodearme de…, no, no…la-luz-es-mas-antigua-que-el-amor

<<Un amigo siempre me dice que le interesa saber cómo es el lugar donde escribe el escritor, por eso la pregunta, dedicada a él. Hablando de Faulkner por ejemplo, una de sus grandes novelas, Mientras agonizo, la escribió en una carretilla, estaba currando en el campo y en los descansos se sentaba en la carretilla y escribía. Hay mucha leyenda con Faulkner, como lo de que cuando trabajaba de cartero abría las cartas y las utilizaba en sus novelas. Me lo creo, lo veo, lo veo abriendo cartas. >>

Una frase extraida de Medusa: «… las lagunas en la narración son la pólvora que carga el gesto de la escritura». ¿Eres consciente de lo que callas durante la escritura o es una labor posterior de tachado?

     La elispsis, el silencio, los huecos son fundamentales en la escritura y esos lugares son los que debe llenar un lector sagaz. Lo que más detesto en literatura es que me lo cuenten todo porque me están insultando como lector. Creo que si la literatura tiene alguna aspiración a parecerse a la vida tiene que ser así. Ela vida la mayoría de las cosas quedan sin explicar y la mayoría de puertas que abrimos va a habitaciones vacías o ni siquiera dan a habitaciones, dan a abismos o dan a otras puertas. No sé, yo creo que el libro cuando se publica de algún modo deja de pertenecerte y se supone que entra en diálogo otras sensibilidades y otras inteligencias que, aunque no hayas pensado en ellas mientras escribes, son partícipes de ese libro y tienen su trabajo que hacer también. A mi me gustan esos escritores que no me lo cuentan todo, que dejan esos espacios para la interpretación  del mismo modo que no me gustan las historias absolutamente diáfanas. A mi me gusta la ambigüedad, mis personajes son ambiguos no por un problema de indefinición mía como autor sino porque la vida es ambigua, la vida no se define ni en el negro ni en el blanco, sino en la gama de grises . Tú puedes ser angelical y perversa al mismo tiempo. No me creo que seas siempre angelical o siempre perversa. Desconfía de esas novelas, sobre todo de las negras . Decía Borges, que era muy malvado, que a él no le gustaba la literatura  negra porque el la solución del enigma nunca estaba a la altura del enigma. Te quedas con la sensación de que el escritor hace trampas, que te ha planteado un enigma y luego de pronto la solución no tiene ninguna gracia porque hay que recurrir a un trauma infantil o a un personaje, no sé. .. Es un ejemplo burdo de lo que quiero decir. Me gusta que en «La Ofensa»pases una página y te hayas saltado cinco años. Dejas a Kurt cruzando el Canal de la Mancha y de repente está en un cementerio de Londres. En el espacio de una páginas tienes que pensar qué ha pasado aquí, me gusta.

Pero esos saltos ¿están ya en la escritura o haces las poda cuando revisas?

     No no, mientras escribo. El proceso de la narración te pide esos apagones.

Has escrito mucho sobre el horror. ¿Te atreverías a escribir sobre un horror del futuro?

     Por qué no, sí. Otra cosa es cómo concebiría ese horror, no sé. Ese mundo post apocalíptico es un tema que debo de confesar que me gusta como lector, como espectador, me gusta el cine de catástrofes si está bien hecho. Quién sabe, por qué no.

Pero tú que has analizado el horror en la Historia ¿puedes predecir qué tipo de horror será el del futuro?derrumbe

      Una utopía negativa que no pase por una catástrofe, si no que pase por la desaparición del amor. Un mundo sin amor. Cuando digo amor me refiero al sentido más amplio de la palabra. Amor sexual, filial, amistad, todo. Un mundo sin empatía. Estaba mirando ahora las imágenes de lo de Lampedusa, algo dantesco. Estamos tan acostumbrados… vemos una pila de 150 cadáveres, que son muchos kilos de carne muerta, y la indiferencia que nos provoca… Quizás hablaría de eso ¿no? Un mundo sin pasiones, un mundo en el que ha muerto el empatizar con todo, no solo con el dolor ajeno, también con la alegría. Hay un escritor que a mi me interesa mucho y que ha escrito mucho y muy bien sobre este tema que es J.C Ballard. ¿Has visto CRASH? Él ha reflexionado sobre la hiper tecnología y la desaparición de las sensaciones. Si algún día escribiera sobre un posible horror pasaría por ahí, no por grandes catástrofes.

¿Qué historias crees que merecen la pena ser contadas y publicadas hoy en día?

     Es una pregunta imposible de contestar. Cualquier historia tiene dignidad para ser contada, todo depende del talento de quien la cuente. Borges decía que tan fascinante puede ser la historia de un piojo como la de Alejandro Magno. Se escriben grandes libros sobre temas muy banales y se escribe gran porquería sobre temas fascinantes. Hay historias totalmente locales y cotidianas que bien contadas son fascinantes. A pesar de de que es cierto que todo está dicho no hacemos más que glosarnos unos a otros. Es que cómo vamos a renunciar a eso ¿no? si renunciamos a contar… es que eso somos, seres que cuentan. Animales con memoria, animales con discurso, que transmiten. Es la diferencia más grande que nos separa del resto de animales.

<<Es curioso, el tema de la comunicación y los animales también salió en la entrevista a Nacho Vegas. A mí es un punto que me interesa mucho. El debate era que sabemos interpretar y traducir cualquier lengua del mundo pero somos incapaces de comprender por ejemplo lo que están diciendo los pájaros. >>

     Hay un poema maravilloso de William Blake que dice algo así como “quien sabe si ese pájaro no es un mundo imposible…” Lo que hay ahí, quién sabe, los animales son el gran enigma. Tenemos una relación muy compleja con ellos y a mi me plantea muchísimos dilemas éticos porque no encuentro el modo de salvar la dignidad del animal, en la que creo y por la que estaría dispuesto a luchar, de la necesidad objetiva que tenemos de ellos. Creo que es uno de los grandes conflictos de la cultura humana. Hay una reflexión de Caneti que dice que toda la cultura humana está levantada sobre los cadáveres de los animales. Reflexiona sobre el hombre como animal que defeca y dice que en el excremento, ya sé que es un poco desagradable esto pero es muy interesante,  es en el momento en el que uno más cerca está de sí mismo porque entra en contacto con aquello de lo que se ha alimentado, aquello que ha asimilado. Es ahí donde introdujo aquello de que toda la cultura humana pasa necesariamente por la extinción o domesticación de todo ese mundo maravilloso pero al mismo tiempo oscuro para nosotros que es el mundo de los animales. Dicho esto soy absolutamente intolerante con la gente cruel con los animales. La gente que maltrata un perro me merece la misma consideración que la que maltrata a una mujer, un niño o un anciano. Es un tema muy difícil, mucho, y sin entrar en la inteligencia animal porque ahí carecemos de los instrumentos. Es un tema fascinante y muy complejo. A mí me interesa mucho.

¿Qué sensación te produce la cantidad de elogios que acumula la solapa de un libro tuyo?

     No sé. Me alegra, sería mentir decir lo contrario, pero al mismo tiempo lo miro con cierta distancia, no sé. Ni los elogios desmesurados me hacen pensar que soy el rey del mambo ni si alguna vez me crítican me derrumbo. Las críticas, tanto en las buenas como en las malas, hay que tomarlas con cierta distancia, porque, también, no hay mayor crítico que uno mismo, y el escritor no se engaña. Cuando has dado el cien por cien lo sabes, cuando has dado el ochenta también. Hay gente que arroja luz sobre tu obra pero si eres honesto contigo mismo sabes. Yo tuve la suerte de no triunfar con mi primera novela. Si La Ofensa hubiera sido mi primer libro creo que hubiera sido más complicado para mí, a nivel de asimilarlo. Bueno yo ya llegué ahí con cuatro libros publicados y cierta edad, tenía 36 años, no era un niño, pude asimilarlo con las espaldas más anchas. Si me llega a pasar con el primer libro… no sé yo.

Vives de la literatura. ¿Cómo es eso?

     Bueno, vamos a ver, cuando hablamos de vivir de la literatura hay que pensar en todo lo que rodea a la literatura. No solo la-filosofia-en-inviernoson los libros que escribes, son también las conferencias, las colaboraciones con prensa, los congresos… la para-literatura. Eso es un poco de lo que uno va viviendo, las traducciones, en fin. Yo vivo con dignidad, no soy rico obviamente ni creo que lo sea nunca pero no me cambio por ganar 2.500 euros al mes porque soy dueño de mi tiempo, de invertirlo como quiera; y luego la literatura me ha regalado muchas cosas que en otra vida no podría. Sobre todo la posibilidad de viajar, no me refiero a viajar con el dinero que me da la literatura sino viajar con los libros que escribes. Es un regalo maravilloso. Para mí la parte casi más emocionante de lo que he hecho hasta ahora son las traducciones. Hay tres momentos inolvidables. Uno fue la publicación de La Filosofía en invierno que no era mi primer libro porque ya había publicado Los desposeidos, un libro de relatos que ganó el Asturias joven, pero era mi primer libro serio. El siguiente momento fue con La Ofensa. Fue como pasar de jugar en el Sporting a jugar en un primer división, publicar con Seix Barral y pensar joer aquí ha publicado Vargas Llosa, ha publicado Caballero Bonald. El siguiente momento fue ver traducido un libro mío a otra lengua, aún hoy es algo que me emociona, pensar que mis libros pueden ser leídos por personas que hablan otro idioma y proceden de otra cultura. Es algo muy mágico. Hay otra parte que la literatura te permite viajar con tus libros, que tus libros te lleven a otros lugares. Me acuerdo un día que estaba en Cerdeña. Me habían invitado por la edición italiana de La Ofensa, que había gustado mucho, y estaba yo en Cali, en la costa de Cerdeña, que es una especie de Cimadevilla multiplicada por 20. Me acuerdo que era un día guapísimo de primavera y yo ahí asomado pensando joer lo que me ha traido aquí es la historia de un soldado alemán de ochenta páginas que se me ocurrió en mi casa de Gijón, tan lejos. Yo creo que eso conviene no olvidarlo nunca, dónde empezaste y qué te ha regalado la literatura, y eso no se paga con dinero, obviamente. A parte de conocer gente muy interesante, conocer a escritores. Creo que no podría renunciar a la vida que llevo nunca.

¿Hay alguien a quien te gustaría entrevistar?

      Me gustaría hablar con un gran lider político, conocer a un hombre a una mujer muy poderoso. Cuando digo poderoso me refiero a alguien que toca el poder cotidianamente. Me encantaría conocer a un Obama por ejemplo. Tenerlo ahí mirarlo a los ojos y ver cómo respira, verle. Un líder que transmita cierta sensación de peso, no necesariamente alguien a quien admire, porque también me costaría ahora encontrar una figura política que admire. Tengo cierta amistad con Rosa Montero, que creo que posiblemente haya sido la mejor entrevistadora que haya habido en el periodismo español. Ella me dijo que la entrevista más difícil de su vida, el lugar donde con más intensidad sintió el poder, donde más miedo pasó en su vida, fue cuando entrevistó a Arafat. La mirada, los ojos de Arafat, ella había entrevistado a Gorbachov, al Papa, a Clinton, a gente quizás objetivamente con más peso, pero que el estar allí en una habitación con Arafat le impresionó. Pues quizás eso, pulsar, qué se siente. Entrevistar a un gran artista, por qué no, a lo mejor la admiración me haría no saber muy bien cómo dialogar. Me gustaría, joder, pasar un día, una hora con DeLillo. Tomar una cerveza, escucharlo, pero conociéndome sé que me cohibiría completamente, que no disfrutaría seguramente. Igual no hablamos de literatura, lo cual sería más interesante. Pero sí, una persona que objetivamente desempeñe un rol de mucho poder en el mundo, por saber qué se siente, qué aura. Sobre el papel toda forma de poder me produce cierta incomodidad pero al mismo tiempo me atrae. Mirar a los ojos de Ángela Merkel, por ejemplo, estar solos los dos y ver qué hay ahí, detrás de esa tipa, que seguro que hay una mujer impresionante.

<<Hay que tener cuidado luego con la erótica del poder…>>

     Sí, hay un libro maravilloso que te recomiendo que se llama El alba, la tarde o la noche, de Yasmina Reza. Le figaro le hizo el encargo, seguir la campaña electoral de Sarkozy. Está publicado por Anagrama y es un acercamiento al poder muy bueno, un libro imprescindible. Hay otro muy guapo que escribió para Rolling Stone David Foster Wallace sobre la campaña de John McCain cuando disputó las primarias a George Bush, con un tono más jocoso, El de Jazmina Rezza, con la mirada de una mujer muy atractiva analiza además los juegos de la seducción del político Sarkozy,  un tipo que que siempre ha estado rodeado de mujeres bellísimas. Está además muy bien escrito. Me gustaban también mucho aquellos artículos que hacía Millás para El País, «Sombras» creo que se llamaban. Eran muy buenos. Algo así me gustaría.

Bueno, y la última pregunta, una que un seguidor de Facebook nos pidió que te hiciéramos: ¿tienes corrector?

     No, de hecho no comparto salvo contadísimas ocasiones y nunca una obra completa si no un fragmento. No soy un escritor que de a leer su obra a nadie hasta que se publique. Mi primer lector es ya mi editor. Mi exmujer leía mis libros pero no con ánimo corrector si no desde la intimidad.

Eso es que tienes confianza, por cierto ¿y ahora? ¿preparas algo?

     En enero saco un libro nuevo. Se llama Niños en el tiempo, lo publicará Seix Barral. La décima novela, décima ya. En fin, la cosa es seguir.

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