JOSÉ MANUEL DE LA HUERGA: «ÉRASE UNA VEZ … Y SE ABRE LA VIDA»

On 17 diciembre, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

Del José Manuel de la Huerga que hace ya veinte años ganó el Premio Letras Jóvenes de Castilla y León, dice él que ojalá siga José-Manuel-de-la-Huerga-Solitariossiendo el mismo inseguro, ingenuo, ilusionado poeta.

La realidad es que, melancolías aparte, ha seguido trabajando y publicando en casi todos los géneros: Me gusta buscarles las costuras a los llamados géneros literarios, y deshilvanarlas.

Dando ese salto patilargo de dos décadas, su bibliografía y reconocimientos han ido creciendo. Por poner un ejemplo, su novela Apuntes de Medicina Interna (Menoscuarto, 2011) fue distinguida en 2012 con el Premio Miguel Delibes de Narrativa.

Este año ha publicado SolitarioS’ (Menoscuarto,2012) un libro a caballo entre el cuento, lo naïf y lo poético que incluye dos novelas cortas: Ultramarinos El Pez de Oro y Naipe de señoritas. Libro que sorteamos.

José Manuel de la Huerga es además profesor de literatura y por eso aprovechamos y le preguntamos por la situación del alumnado español en cuanto a letras, métodos y creatividad se refiere después de los últimos suspensos europeos en comprensión lectora: La enfermedad del aula es un reflejo de la enfermedad de los hogares españoles. En el aula se puede hacer poco cuando los alumnos llegan a casa y escuchan de boca de sus padres: “¡Otro libro!, ¿pero cuántos libros pide ese hombre? No tenéis bastante con el de texto”

Javier Marías habla de «escritores brújula», los que se mueven por sensaciones y van tirando del hilo, y de «escritores mapa», los que tienen una idea y la llevan a su fin. Por las muchas referencias sensoriales que hay en SolitarioS, creo que tú eres de los primeros. Si es así, ¿qué estímulos te suelen llevar a escribir? Si me equivoco ¿qué tipo de escritor eres?

            La primera novela que aparece en el volumen de SolitarioS, Ultramarinos El Pez de Oro, contiene altas dosis de poesía y de juego y, claro, persigue esa imagen de abandono en lo imprevisible, de feliz azar inesperado. Y sí, acaso haya detrás de su factura un escritor brújula que se movía —hace casi doce años de su primera escritura—a golpe de intuición. O sea, un poeta metido a narrador. Bien es cierto que la novela fue adquiriendo ese aire de falso cuento infantil en sucesivas rescrituras, más de cuatro. Pero por suerte la idea de lo lúdico, del azar imprevisto, de lo móvil en contra de todo lo permanente y asentado, lo pétreo que es Barrio de Piedra, tintó sus páginas de la agilidad escurrida de un pez de oro. Solo espero que no se haya evaporado.

            Sin embargo, Naipe de señoritas, la segunda nouvelle, cuya escritura es muy posterior—del 2009—, fue escrita con mapa, es decir, con la firme voluntad de que el lector riera, como primera intención, y con esa conciencia premeditada de convertir al eterno perdedor protagonista en las partidas de solitarios de su propia vida en un campeón del amor, al menos una vez. Para esta comedia ácida se necesitaba un escritor con plano, meticuloso; sin embargo espero que a ojos del lector las sorpresas de la trama parezcan fruto del más puro azar. El lector dirá… 

También están muy presentes las descripciones de lugares y, en concreto, en Ultramarinos El Pez de Oro, un recorrido por la Lisboa turística. ¿Lo escribiste durante un viaje o ya en Valladolid?

            La Lisboa que etiquetas como turística es la que unos despistados pardillos de provincias, una madre y un hijo, Berta y Cachelo, se van a encontrar la primera vez que salen en su vida de la grisura de Barrio de Piedra. Se dejan llevar por los ríos de gente, de turistas y de autóctonos, que cumplen devotamente con sus rutinas. Pero también es cierto que antes de partir la madre le argumenta al niño la necesidad del viaje de la siguiente manera: son las ciudades las que cambian, las que se mueven, nosotros permanecemos quietos. Casi, casi habría dado lo mismo Lisboa que…  Lisboa —la turística del Mirador de San Pedro de Alcántara, y también la otra más escondida de la Plazuela de San Miguel, en el corazón de Alfama— es el marco obligado para que los heterónimos de Fernando Pessoa (tratados por el narrador con libertad desenfadada: Berta, Cachelo y Mada) intenten el milagro del rencuentro, que la poesía tan opuesta de los tres se entrelace y proporcione cauce formal a una historia mágica que termina confluyendo en la noche de San Antonio. Y es que la noche del 13 de junio se celebra la fiesta veraniega de la capital portuguesa, donde todo, y especialmente el amor más descompensado y loco, es posible.

¿Eres de los que haces diarios de viajes? ¿Sueles detenerte frente a un sitio que te llama la atención y describirlo? ¿Incluyes luego estos ejercicios, si es que los haces, en tus novelas?

             Escribo a posteriori de vivir, y con bastante distancia del tiempo vivido. Incluso puede que lo dé por olvidado, y, de repente, un día sin aviso imágenes remotas me invaden y me cuestionan. Tengo un libro inédito de poemas que se titula Lugares que regresan. Cualquier espacio, especialmente alguno natural, un paisaje con un río, o una ciudad que tiene mucho de paisaje natural, como Lisboa, regresan a mi memoria durante las rutinas cotidianas y me causan esa zozobra hormigueante que obliga a digerir, por medio del pensamiento escrito en forma de relato o en forma de poema, aquello que ha vuelto. Es como si se tratara de un viejo conocido que vuelve sin avisar y al que hay que interrogar sobre sus tránsitos por la vida, aunque no quieras.

El hecho de incluir ilustraciones de naipes en el libro, tus personajes y algunas situaciones imprimen a mi parecer un La vida con Davidaire de cuento. ¿Te gusta nutrir a tus historias de cierta fantasía, de cierto halo de irrealidad? Y si es así ¿por qué?

            Solitarios es una sesión continua de cine, eso que en mi infancia llamábamos programa doble: dos películas por el precio de una para empezar por donde a uno se le antojara y repantingarse en la butaca hasta el aburrimiento. Ultramarinos el Pez de Oro es un fado, un poema de dulce melancolía donde los personajes están pintados con la ingenuidad naïf de Paul Klee y perfuman las páginas con el aire de los cuentos populares mágicos. Por el contrario, y para compensar esa primera película, Naipe de señoritas es una falsa novela costumbrista, una comedia con algunas gotas de limón, pero con apariencia también mágica. Las cartas de los solitarios impregnan de situaciones disparatas la vida del protagonista y le llevan del ridículo laboral y social al encuentro feliz con viejos, y nuevos, amores.

El narrador está muy presente en Ultramarinos El Pez de Oro. ¿Te resulta más evocador trabajar con el narrador que con los diálogos?

            Érase una vez…  y se abre la vida, un abanico de posibilidades. Acaso en los cuentos el narrador tenga un peso más significativo, sí. Quizás me hayas descubierto una variante mía de mandón, de controlador que muy probablemente esté justificada por la imposibilidad de hacer de dueño y señor de uno mismo en la vida real. El cuento es el territorio donde el narrador es un dios.

Para uno de los personajes la literatura, el lenguaje y la poesía tienen un efecto curativo. ¿Crees en la literatura como algo terapéutico?

            Sin duda, y especialmente la poesía. Su música tiene mucho de hechizo, de oración, de mensaje meditativo que nos ennoblece, al menos durante su lectura o recitado. Luego, por desgracia, caemos en la rutina más ramplona del ser humano y la magia sanadora de la palabra poética queda sólo como una luciérnaga ínfima en la oscuridad del tráfico vital. Pero ese contraste es bueno: te espera a una corta distancia, tan mínima como la que hay entre ti y un libro a punto de ser abierto.

¿Te dejas llevar por la nostalgia cuando escribes?

         Sí, y probablemente, por eso, la segunda novela, Naipe de señoritas, es un ejercicio de optimismo, de risa, espero que de carcajada, en un ambiente casposo y provinciano, lo que tiene sin duda mucho más mérito para el pobre Félix, el agente judicial protagonista. En cualquier caso, la melancolía es el estado superior del espíritu para desarrollar el pensamiento. Lo ha dejado dicho Emilio Lledó.

Tienes un poemario (La casa del poema) y un libro de artista (Luz negra). ¿Cómo compaginas, equilibras, tu lado más poético cuando escribes prosa?

            Peter Handke, reputado novelista y pensador, tiene un libro que es un larguísimo poema, sinfónico, titulado Poema a la duración. Comienza así, más o menos: “Llevaba bastante tiempo pensado que tenía que escribir sobre la duración. No una novela, no un ensayo, no una obra de teatro. La duración requería un poema.” A mí, salvando las distancias reverenciales, me ocurre lo mismo. Primero es la idea, y esa idea me sugiere una forma. Pero como verás, la primera novela, Ultramarinos El Pez de Oro, está atravesada por versos, propios y de los heterónimos de Pessoa, fundamentalmente. Y si leyeras La casa del poema enseguida señalarías el fuerte perfume narrativo de sus poemas. Me gusta buscarles las costuras a los llamados géneros literarios, y deshilvanarlas.

¿Qué hay del escritor que ganó en el 92 el Premio Letras Jóvenes de Castilla y León?

           Veinte años después… ojalá siga siendo el mismo inseguro, ingenuo, ilusionado poeta, que ha escrito media docena de novelas, un puñado de artículos, algunos cuentos y poemas de los que se siente a veces satisfecho… Pero que sigue soportando las mismas dudas sobre el efecto que producirá en el lector lo escrito y que necesita, urgentemente, a alguien que le señale errores y aciertos para continuar. Por fortuna siempre hay algún amigo lector cómplice que asume esa imprescindible tarea.

 Qué pasó después del éxito de Apuntes de medicina interna ¿seguiste escribiendo?Apuntes de medicina interna

            Apuntes de medicina interna, la novela publicada en 2011 también por Menoscuarto y Premio Miguel Delibes 2012 ha sido una verdadera gozada de encuentros con lectores, con clubes de biblioteca. Como me ocurre con la poesía, yo sigo escribiendo, como de hecho hago ahora mismo con otra novela, como vengo haciendo desde hace veinte años, siempre que haya algo oscuro rondando por la cabeza que me pida salir. Nulla die sine linea, escribían los clásicos, que ya nos dejaron escrito prácticamente todo.

Como profesor de literatura, ¿propones ejercicios de escritura creativa a tus alumnos? ¿Fomentas el lado práctico de la literatura?

             Claro, me aburriría si asumiera el temario de forma ortodoxa. No soy profesor de vida, obra y milagros de los autores que estudiamos. Prefiero leer “Adiós, Cordera” y emocionar a mis alumnos con la vida de Pinín y Rosa y su vaca en el prao Somonte que soltarles una hora de teoría sobre el narrador omnisciente y realista y… que era Clarín. Luego es mucho más fácil, o no, recoger carrete y presentar las características del narrador del XIX para, en un ejercicio paralelo, intentar emularlo.

¿Incluyes lecturas «extra» a los autores «oficiales» de la programación del Ministerio?

      Claro, y sobre todo escritores actuales, vivos, que en la medida de nuestras posibilidades traemos a las aulas y que por fortuna forman una buena nómina en el cuadrante noroeste de España. Si los alumnos no leen, leámosles. La táctica es tan vieja como la de los rapsodas griegos, los juglares medievales o… las abuelitas a sus nietos antes de dormir.

 ¿Qué hay de cierto en la mala nota de España en el Informe Pisa sobre comprensión lectora y cuál crees que es el motivo de la enfermedad?

          La enfermedad del aula es un reflejo de la enfermedad de los hogares españoles. En el aula se puede hacer poco cuando los alumnos llegan a casa y escuchan de boca de sus padres: “¡Otro libro!, ¿pero cuántos libros pide ese hombre? No tenéis bastante con el de texto”. Se lee poquísimo en este país, y cuando se hace son libros de lectura fácil, de moda, de aluvión, que entran tan bien en la cabeza de los lectores como salen, y no dejan nada, porque no tiene sustancia que dejar. En cualquier caso, en mi aula, me permito leer autores más exigentes en la factura de sus creaciones, clásicos modernos que, con un debido acompañamiento, producen en el lector joven ese efecto memoria que permanece larvado y, como una carga programada, tiempo después invita a volver al vasto territorio de los cuentos.

 

Muchas gracias a Creatividad Literaria por permitirme asomarme a vuestra ventana y hablar de literatura, lo que sin duda siempre me emociona.

¡Gracias a ti José Manuel!

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