JOSÉ LUIS ARGÜELLES: «LO IMPORTANTE ES SABER DESENMASCARARNOS A NOSOTROS MISMOS»

On 22 diciembre, 2014 by Redacción Creatividad Literaria

Después de Cuelmo de sombras (1988) y Pasaje (2008), José Luis Argüelles publicó en 2013 Las erosiones, el poemario con el que ha logrado recientemente el XIV Premio de la Crítica de la Asociación de Escritores de Asturias. Periodista y crítico literario del diario La Nueva España también fue el responsable de la antología de poetas en lengua asturiana Toma de tierra (2010).


Las erosiones recoge tus poemas de los últimos cinco años. Cuando llegó la hora9788497047500 de revisarlos para la publicación, ¿cambiaste algún verso porque ya no te identificaba con lo que habías escrito tiempo atrás?
Suelo poner mis poemas bajo un constante ejercicio de revisión. Soy de los que creen que, en realidad, los poemas -el concentrado verbal que los puso en marcha y la música de su origen- nos abandona en algún momento y sólo entonces se convierten en otra cosa: un texto para publicar o romper, según el crítico que cada uno de nosotros lleva dentro.

¿Crees que a lo largo de la vida cambiamos mucho? ¿Cómo ves esa transformación o esa quietud en tus poemarios?
He dicho en alguna ocasión que envejecer exige un talento casi revolucionario. Todo conspira a favor de nuestro acabamiento, así que vamos dotándonos de estrategias para adaptarnos a esos cambios y ceremonias de la edad. El despliegue de esas resistencias y el paso del tiempo están bajo el foco de interés de mis poemas, en los que conviven los tonos elegíacos y los de celebración de la vida.

Decía Teresa Núñez en la entrevista a Creatividad Literaria que sus mejores poemas los escribió en la mesa de la cocina. En tu caso, ¿cuál es ese lugar?
Mis poemas (mejor dicho, ese grupo de palabras en el que puede estar el origen del poema) pueden nacer en cualquier lugar y circunstancia. Ahora bien, el trabajo de levantar esa construcción inicial, a veces mínima y a la que es necesario dar una estructura, es ya otra cosa. Para esa labor está mi mesa de trabajo y, a veces, la cama, un sitio excelente por otra parte para ejercitar la creatividad, como sabe casi todo el mundo.

¿Cuándo empezaste a escribir poemas y por qué?
Comencé a escribir textos con disposición versal (sería ridículo calificarlos de poemas) cuando era aún un niño, digamos que con ocho o nueve años. Me gustaba mucho el sonido de las composiciones poéticas que yo leía en las enciclopedias, generalmente romances o sonetos y otras formas estróficas de los clásicos. Recuerdo también que, por esas mismas fechas, empecé a leer un ejemplar de la poesía de Bécquer. Aquel libro obró en mí un fuerte deseo de escribir algo que imitara aquellas relaciones de palabras que me gustaban tanto por su eufonía. Después vinieron Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Creo que hacia los catorce o quince años había leído más poesía que ninguna otra persona de mi entorno: de Quevedo a Gimferrer, pasando por Brecht o Hikmet.

¿Cómo fuiste mejorando o progresando?
Pues, a base de mucho papel: he leído bastante durante toda mi vida y he escrito lo suficiente como para saber que uno debe romper todo aquello que no responda al mismo nivel de exigencia que muestra como lector. Hay que dominar también lo que llamo “carpintería del oficio”, pero sin hacer de ella el objeto de nuestros textos.índice

¿Qué aprendizaje crees que debe llevar quien comience ahora a escribir poesía?
Ningún aprendizaje nos faculta para escribir un buen poema, que es siempre fruto del talento y de lo que yo llamo, a falta de una palabra mejor, azar. Vivir con intensidad, leer mucho y escribir lo suficiente son operaciones que no necesariamente conducen al poema, pero sin las que es difícil escribir algo con suficiente entidad para que nos conmueva y emocione. También ayudan, claro, los manuales de métrica y retórica, así como los buenos maestros y el sentido crítico.

¿Utilizas la poesía como evasión del día a día informativo? ¿Como entrenamiento mental? ¿Como entretenimiento? ¿Como conexión con la vida? ¿Con el lenguaje? ¿Como mecanismo de ligue…?
Jamás se me hubiera ocurrido pensar que la poesía pudiera servir como mecanismo de evasión, entrenamiento mental o, qué cosas, para ligar. Supongo que escribo poemas para intentar saber qué es eso a lo que llamamos poesía: una construcción verbal con la que, cuando es de ley, somos capaces de prolongar en el tiempo, y a partir de un uso distinto de las palabras de todos, la emoción de la vida.

¿Qué método tienes? ¿Cómo elaboras tus poemas desde la idea hasta que ya no lo vuelves a tocar más?
Poe escribió “La filosofía de la composición” con la intención de demostrar que su conocido poema “El cuervo” se escribió desde una lógica previa y que el texto era el resultado preciso de una estudiada planificación. He tenido siempre la convicción de que Poe pergeñó ese ensayo, muy interesante por otra parte, una vez que dio por concluido el poema, con las correcciones pertinentes. Un poema no se escribe a partir de una idea, o al menos no solamente, sino con palabras que se asocian y traban relaciones de las que depende todo el edificio verbal. Y ahí interviene también lo que vamos encontrando (yo no busco, encuentro, decía Picasso) en el proceso de escritura. “No le toques ya más/ que así es la rosa”, escribió Juan Ramón Jiménez, que corregía sus poemas una y otra vez, hasta llegar incluso a poner en prosa (poética) lo que antes estaba en verso. Uno abandona sus poemas o el poema le abandona a uno, no sé bien, cuando ya no necesitamos insistir más en ese texto.

¿Escribes a mano? ¿Vas por ahí anotando todo lo que te llama la atención o haces un ejercicio de memoria al llegar a casa? ¿O ese ejercicio no tiene nada que ver con tu vida y es más bien un ejercicio de imaginación y creatividad?
Para la primera versión del poema o sus versos germinales suelo utilizar lápiz (es un decir) y papel. Muchas veces me acojo al ordenador (en el que, mientras no se invente la escritura telepática, también interviene la mano) para las correcciones. Me gusta ver la disposición versal del texto en la pantalla. Hay temporadas en que tomo notas (por mi profesión de periodista siempre tengo alguna libreta cerca) y otras dejo que la memoria haga su trabajo, cada vez peor, todo hay que decirlo. Mi poesía tiene siempre mucho que ver con mi vida, lo que no es óbice para que el buen poema (disculpas por la reiteración) sea siempre resultado de la imaginación verbal y, por tanto, de la creatividad.

¿Cuánto crees que influye el ambiente de la ciudad en la que vives en el desarrollo de tu obra?
Todo influye. Somos esponjas que sueltan el agua que reciben.

Por tu profesión conoces a otros autores, ¿has aprendido de alguien alguna lección fundamental que hayas puesto en práctica?
Sí: A hablar tan sólo en nombre propio; a no alzar la voz demasiado, porque es de mala educación; a respetar a los clásicos respetables; a sonreír en algún endecasílabo; a buscar la palabra precisa y no la palabra preciosa; a saber que hay eneasílabos irónicos y heptasílabos que buscan la complicidad del lector; a no confundir la noche con la oscuridad de los poetas pretenciosos; a no confundir el güisqui con el “güisquilibrismo”; a saber que una cosa es la concisión y otra la tartamudez de la poesía que ni habla ni escucha, y a saber que algo que no es música es la poesía, como dijo Unamuno, pero que sin música no hay poema que aguante el paso del tiempo.

¿Crees que un carácter negativo o pesimista puede bloquear la creación? ¿el poeta atormentado tiene esperanza de vida o es una impostura?
No se puede generalizar. Cioran, el gran pesimista, no dejó de publicar sus muchos libros por vivir siempre con una mano en la aldaba del suicido. Hay poetas atormentados que se quitan de en medio pronto, como Rimbaud, y otros que llegan a viejos (a veces, patéticos) cultivando su tormento como si fuera una rara flor de exposición. Por eso decía antes que envejecer bien exige un talento casi revolucionario. Por lo demás, todos hemos sucumbido alguna vez a la tentación de la impostura. Lo importante es saber desenmascararnos a nosotros mismos.

Y por el contrario, ¿una persona optimista y vivaracha puede crear algo de peso?
Claro que sí. Walt Whitman, el gran optimista, escribió una poesía extraordinaria y de mucha potencia ecuménica, que aún nos conmueve.

Estas dos preguntas se traducen en ¿qué días escribes más y mejor? ¿Los felices o los tristes? ¿Los ñoños o los negros? ¿Los lluviosos o los soleados…?
No llevo la estadística, aunque a mí los momentos de felicidad sólo me dan generalmente para disfrutarlos. Otra cosa es el recuerdo de esos instantes felices.

¿Has anotado algo hoy que vayas a usar en un poema?
Hoy no, pero tengo claro que a la inspiración hay que cortejarla allí donde se nos presente. Es resentida y cuando no le haces caso puede abandonarte por largas temporadas.

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