ALBERT CAMUS Y LA DISCORDIA

On 5 septiembre, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

De Albert Camus se habla mucho, se juzga mucho. Lees diferentes biografías, reseñas, perfiles, y en todos hablan de su postura  camuspolítica, de sus enfrentamientos morales. La vida y la obra de un escritor están estrechamente relacionados, se dice, se sentencia, se exige…Ganó un Nobel, solo tenía 44 años. Dos años después, en el asiento de copiloto, se estrelló contra un platanero y murió. El conductor era su editor, Michel Gallimard. Datos.

A mí me interesa ese Albert que solo obtuvo que malas críticas por su primera novela ‘El Extranjero’. Le acusaban de haber usado pocas palabras para expresarse. ¿Qué pensaría años después cuando le hacían reverencias en Estocolmo?  Él pudo ver la transformación del adjetivo de su libro de pésimo a trascendental. Otros artistas no logran ver reconocido su talento. Porque se trata de eso ¿no? del talento ¿verdad? Si hablamos de ficción, no de ensayos, se trata de la calidad, de la singularidad, de la innovación, de la ruptura. Conceptos que nada tienen que ver con el éxito, con la entrada en la Historia de la Literatura, por eso son tan importantes la honestidad y la persistencia, y un poco los oídos sordos, y otro poco de escudo, de tozudez, de coraza, y bastante de inconsciencia e ingenuidad. Opiniones.

Albert escribió luego, por ejemplo, ‘La peste’, dirigió un periódico, firmó varias obras teatrales y unos cuantos ensayos, le echaron de un partido (político). Sus contemporáneos le criticaron. Él, en su nombre, defendió ciertas causas y atacó otras, dio que hablar entre los intelectuales, fue polémico por decir lo que pensaba. Le otorgaron el Premio Nobel de la Literatura. En fin, la vida.

Pero, ¿y lo que escribía? Imagínense a alguien que traza su primera novela. Un joven que escribe en un sanatorio de los Alpes mientras se recupera de la tuberculosis. Se decide por un lenguaje sencillo, un estilo directo de frases cortas, unas descripciones justas, sin una palabra de más, sin una de menos, unas metáforas bien puestas, una trama precisa, un protagonista singular, un entorno que logra ser asfixiante, un giro inesperado, un final sin tregua. Una novela humilde sí, corta, sí, pero bien hecha. Pero en el caso de Camus su moral domina  por encima de lo literario. Como ejemplo la contraportada de ‘El extranjero’:

Guía moral e intelectual de la generación llegada a la madurez entre las ruinas, la frustración  y la desesperanza de la Europa de postguerra, Albert Camus saltó a la fama con la publicación, en 1942, de EL EXTRANJERO -lúcida descripción de la carencia de valores del mundo contemporáneo-

A la fama… eso habría que verlo en aquel año 42, no medio siglo después. Sinceramente, yo no veo en Meursault al hombre sufrido de post guerras. Cuélguenme. Echo en falta en este centenario críticas del Camus narrador. Rescato por eso esta de su cEl-extranjero-Albert-Camusolega de Nobel Vargas Llosa:

 “Uno de los grandes méritos del Extranjero es la economía de su prosa. Se dijo de ella, cuando el libro apareció, que emulaba en su limpieza y brevedad a la de Hemingway. Pero esta es mucho más premeditada e intelectual que la del norteamericano. Es tan clara y precisa que no parece escrita, sino dicha, o todavía mejor, oída”.

Si Albert cumpliera los cien años en noviembre, si no hubiera chocado contra ese platanero o si no tantas cosas, tantas casualidades como el sol, por ejemplo, que dice el protagonista de El Extranjero, me molestaba el sol y por eso lo maté… Circunstancias. En fin, si hubiera podido entrevistarle solo le habría hecho una pregunta, solo una, esa de cómo entendía él que su ópera prima pasara de una novela mediocre a una lectura imprescindible. Quizá me respondiera lo mismo que leyó en su discurso del Nobel, que “la tarea del escritor, al mismo tiempo, no se separa de deberes difíciles. Por definición, no puede ponerse hoy al servicio de quienes hacen la historia: está al servicio de quienes la sufren”. Y yo le insistiría muriéndome de la vergüenza. Le diría: Venga, Albert, dime la verdad ¿realmente querías cambiar el mundo con el extranjero? Olvídate de lo que vino luego, recuérdate allí, con tuberculosis, escribiendo y dime que no te sentiste Thomas Mann en la Montaña Mágica, que no te gane el papel de intelectual, venga dime, allé… dime lo que te jodieron las malas críticas como se lo dijiste a aquel crítico.

Si no me echara de su casa, luego, si acaso, tal vez, me hablaría del conflicto actual de Siria, o del mar, o del arte, o de Egipto, pero eso ya sería otro asunto. Sería conversación, vino y humo.

No sé… no sé… en el coche estrellado encontraron el manuscrito de una novela autobiográfica, ‘El primer hombre’. Curiosidades.

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