PILAR SÁNCHEZ VICENTE: «EL CEREBRO ES UN ALIADO MAGNÍFICO, TRABAJA SOLO»

On 8 mayo, 2022 by Redacción Creatividad Literaria

Esto podría ser solo una entrevista sobre creación literaria a la escritora asturiana de novela histórica Pilar Sánchez Vicente. Pero con ella decir «solo» es un chiste.

Quien no la conozca que sepa que estamos frente a un torrente de conocimiento histórico, de pasión y de sentido crítico. Tres patas sobre las que se apoya una narradora de éxito, recientemente seleccionada como finalista del Premio Espartaco de Novela Histórica de la Semana Negra de Gijón.

Sus últimas novelas con Roca Editorial suman miles de lectores y el tirón de las previas con sellos independientes como Krk o Orpheus Ediciones Clandestinas la posicionaron en un lugar destacado de la literatura asturiana, y el idilio continúa con la reedición de Orpheus de sus primeras obras.

Había muchos motivos para invitar a esta escritora asturiana a las entrevistas de CL. Pilar Sánchez Vicente es un azote necesario en la reivindicación de la mujer en la Historia, en la Literatura y en la vida. Y su trayectoria la hace muy interesante para los lectores de estas entrevistas: archivera de profesión, en la actualidad en el Tribunal Superior de Justicia de Asturias, publicó su primera novela a los cuarenta y no ha parado desde entonces tanto de escribir como de crecer en este sector tan complicado.

Me lancé a preparar las preguntas después de escucharla en un encuentro coordinado por la escritora Laura Castañón en el Ateneo Jovellanos de Gijón. Creo que een esta charla desborda toda esa inteligencia y crítica con la que me deslumbró aquella tarde.

No me quiero extender más. Adentraros en el territorio PSV.

¿Qué valoras más? ¿Mucho tiempo por delante para escribir o fogonazos de inspiración?

Mucho tiempo por delante. Los fogonazos de inspiración son frecuentes, el tiempo escaso.

Por no citar a Picasso: la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.

¿Has acudido a ensayos sobre escritura, manuales, consejos de otros escritores o talleres?

He realizado varios cursos, pero en cuanto a la ficción soy escritora autodidacta, me nutro de lecturas y experiencias, propias y ajenas. Debido a mi formación, cuento por decenas los artículos escritos antes de mi primera novela sobre historia, juventud, mujer y turismo, sin contar publicaciones profesionales, informes y proyectos. Eso supone mucho músculo.

Con quien más aprendí fue con la editora que Roca me asignó y que es la misma para todas las novelas, Esther Azpiru. Empezamos peleando hasta por las comas y ahora ya solo me quita los excesos de documentación y los modismos playos que se me escapan (algunos los dejo por provocarla, jajaja)

¿Cómo has ido aprendiendo a montar tramas, subtramas, valles, desenlaces, creación de personajes…?

A fuerza de leer y escribir. ¡Todo está en los libros!

Leyendo te das cuenta tanto de los recursos que te atrapan como de los que te hacen tirar el libro en las primeras páginas. Y utilizas unos y descartas otros, hasta encontrar la horma de tu zapato. Con el tiempo vas adquiriendo tu propia manera de escribir, es como el vestir. La moda es pasajera, el estilo algo muy personal.

¿Te inspiró algún pasaje concreto de la Historia para empezar a escribir?

La Historia está llena de fantásticos agujeros por los que descolgarte y empezar a practicar la espeleología. Cuevas inexploradas, túneles incómodos, oscuridad que iluminas con tu foco obteniendo sorprendentes resultados. Me fascina su riqueza y profundidad tanto como el desconocimiento -o conocimiento superficial- que tenemos.

¡Y a mí me encanta encontrar los furacos de la historia! No es un proceso simple, sin embargo.

Como soy medievalista, mi primera novela histórica fue Gontrodo, la hija de la luna. Después me fui a la Edad Antigua. Sabía que quería abordar esta época histórica y situarla en Asturias, pero ¿dónde, cómo, cuándo, quién, qué…? La chispa surgió con los descubrimientos de La Carisa y el monte Curriechos. En cualquier otra Comunidad Autónoma tendríamos ahí un parque temático y un teleférico, aquí ni siquiera se pudo mantener el Festival Astur Romano de Carabanzu. Donde, por cierto, estaba representada Imborg, la protagonista de La Diosa contra Roma.

Luciérnagas en la memoria está basada en el diario de un guerrillero antifranquista y recoge decenas de historias reales que de otra forma se hubieran perdido, al igual que Mujeres Errantes.

En cierta manera, me dedico a saldar deudas históricas, a iluminar pasajes y épocas olvidadas. Tenemos memoria de pez y cerebro de mono…

Cuando diste el salto a Roca editorial, todo un referente en novela histórica, ¿te planteaste que podría ser una oportunidad para cambiar la historia? Quiero decir, con Roca tus personajes, que muchas veces son mujeres y reales, pueden llegar a más lectores. ¿Te lo planteas cuando escribes?

En justicia, la primera voz a rescatar ha de ser la de las mujeres. No podemos nombrar escritoras, pintoras, filósofas, científicas, periodistas, escultoras, dramaturgas, impresoras, médicas o biólogas importantes, pese a que fueron miles, porque no eran hombres, solo ellos tuvieron derecho a la fama mientras los nombres de ellas fueron silenciados. Damnatio memoriae, lo sabían bien los romanos. Durante siglos hemos sido borradas de una historia parcial, incluso en las guerras solo se cuenten sus muertos, cuando las mujeres somos las víctimas más damnificadas, pues con nosotras no existe el tratohonroso.

Con Roca publiqué ya en 2008 La Diosa contra Roma. De aquella no existía “el impacto en redes”, si no tenías presencia mediática no eras nadie y yo era una autora de provincias, documentalista por más señas. Por añadidura, la novela histórica, era un territorio donde competía mucho macho alfa, y más en las de romanos. Nos venden una historia monocorde, contada con una sola voz, casi siempre la del Imperio, llámalo Patriarcado, llámalo Roma. Y yo entré a trapo con el Matriarcado y las guerras de Roma contra los ástures. Con acento en la a. En esta novela, a la voz de la caudilla astur se suma la de Cleóstrato, un griego convertido en esclavo de Tito Livio. Ellos son quienes nos contarán las glorias y miserias de la época, son la voz de los perdedores. Estoy viva de milagro. ¡Y es una de las mejores documentadas!

No obstante, la influencia me la planteé en serio con el primer bestseller, Mujeres Errantes, cuando de repente dices: “Cojona, te leyeron más de setenta mil personas, sin contar préstamos, pirateos y bibliotecas”. Da vértigo. No sé si llegar a tanto público es una oportunidad para cambiar la historia, con abrir alguna ventana a la duda e incitar la curiosidad es bastante.

La historia universal que se estudia está escrita en el siglo XIX por unos señoros blancos con sombrero de copa, y con un pigmeo disecado en su despacho de muebles de caoba. De ahí nuestra visión e interpretación deformadas. Los historiadores contemporáneos y sobre todo las historiadoras, llevamos años recuperando la intrahistoria, la historia de la vida cotidiana más allá de fechas, guerras y reinados, huyendo de tópicos. Hay centenares de páginas en Internet que rescatan del olvido nombres de mujeres ilustres en todos los campos, desde la ciencia, al arte, al periodismo, etc. Pero si no llega a los libros de texto, no hacemos nada, y en los de la ESO los referentes femeninos no llegan al 7%.

¿Cuál es tu opinión sobre el mundo editorial en España?

Hay varios mundos dentro de este. Yo he trabajado con cuatro y son parecidos pero muy distintos, a la vez.

Uno es el mundo editorial convencional, yo empecé con KRK, siempre le agradeceré a Benito García Noriega haberme dado la oportunidad de publicar por primera vez.

Otro son las grandes editoriales. La crisis del 2008 causó estragos en ellas, Roca es una de las que sobrevivieron a la debacle y salió fortalecida, pero muchas quedaron en el camino. Con Roca tengo publicadas cuatro novelas: La Diosa contra Roma, Mujeres Errantes, La Muerte es Mía y La Hija de las Mareas.

Luego están las editoriales independientes, los pequeños sellos con personalidad propia y una línea definida, como Orpheus Ediciones Clandestinas, de la que soy madrina. Son amantes de los libros ocultos y descatalogados y han reeditado mis anteriores novelas en la Colección PSV, dándoles una vida nueva y devolviéndolas al mercado. Con ella tengo Comadres, Gontrodo la Hija de la Luna, Luciérnagas en la Memoria y Operación Dracul. Sangre en la Cuenca estaba inédita y reservo para esta editorial la serie de la inspectora Sara Ocaña.

Por último está la autopublicación. Luciérnagas en la memoria la publiqué en el año 2013 en Amazon con dos objetivos: quería llegar a Argentina, uno de los escenarios de la novela, y controlar por primera vez todo el proceso, desde la creación a la difusión. Aprendí mucho.

Un dato: si nos fijamos en el mundo de la autoedición, resulta que dominan las mujeres. Más del 67% de los libros son escritos por mujeres cuando hablamos de autopublicación. Vaya… qué curioso… un valor muy similar al porcentaje de hombres publicados (68%) por editoriales. Da mucho que reflexionar…

¿Te inspira algún autor o autora? ¿Te miras en el espejo de alguna voz?

Me inspira todo lo que leo y en cuestión de lectura soy como un gochina de buena crianza, todo me vale, no soy nada selectiva. Cierto que cuando las narradoras son mujeres me ofrecen una perspectiva más cercana y suelo identificarme mejor con su forma de narrar las historias. Almudena Grandes y Gioconda Belli son dos ejemplos, aunque en ambos casos prima también la ideología.

¿Qué tipo de narrador te cuesta más, cuál menos y por qué?

Prefiero la narración en primera persona por dos razones: me permite meterme mejor en el personaje y la interlocución con los lectores es directa.

Varias novelas empecé en tercera persona, que te ofrece mayor flexibilidad, y terminé cambiándolas porque no cogían la suficiente fuerza. No es lo mismo decir lo mató que lo maté. Al usar la tercera persona está opinando la autora, no la protagonista y la distancia aumenta.

¿Tienes un plan antes de empezar a escribir?

A veces más elaborado y otras menos, pero siempre tengo una línea trazada de principio a final que suelo respetar.

¿Y cómo afrontas los finales?

Me gustan los finales felices, aunque no de forma tradicional. No se trata de que coman perdices, pero sí me precio de dejar una puerta abierta a la esperanza, a la redención, a la vida. Y hay casos en que es difícil, no creas. La novela que acabé ahora está inspirada en una persona real que tuvo un final dramático, y me costó abrir esa puerta, pero al final lo conseguí.

¿Trabajas la reescritura hasta la saciedad? ¿En qué te fijas con más atención en este proceso?

No suelo reescribir mucho. Lo que me lleva tiempo es corregir lo escrito, pulir y eliminar obstáculos en la lectura. Por ejemplo, en una primera fase construyo una idea en una frase de cuatro renglones o más. Ese párrafo lo acabo desmenuzando, siguiendo el tradicional modelo de planteamiento-nudo-desenlace. Eso me permite desarrollar las ideas apelotonadas en frases cortas y contundentes. Mi editora dice que se me dan muy bien las elipsis, es mi especialidad y creo que viene de ese detalle.

¿Temes la subjetividad?

La objetividad no existe, es una falacia. Desde el tema que escoges a como lo afrontas ya estás siendo subjetiva. Ser consciente de ello es importante para no venirse arriba y hacer proselitismo.

¿Cómo gestionas la ideología, la tuya, en la creación?

Como la subjetividad, la ideología de los autores se refleja incluso de forma inconsciente, es importante saber eso para manejarlo adecuadamente y que no te empañe la visión. Todos los artistas, desde la literatura a la escultura o al cine, dejan recado en sus obras, la ideología forma parte de nuestra identidad. Cuando salió aquel animal diciendo que había que fusilar a 26 millones de españoles, el kiosquero, que no me conoce de nada, me espetó “entre risas”: pues tú, intelectual, roja y feminista serás la primera. Quedé de tripi. Así que si me van a fusilar, que sea por algo (jajajajaja)

¿Te resulta más fácil crear personajes femeninos?

Si me pusiera en la piel de un varón veinteañero creo que no sonaría tan auténtico, porque no domino sus claves y esa impostura la notan los lectores. Estoy harta de escrotoros que se meten en la piel de muchachas jóvenes y proyectan en ellas sus obsesiones, construyendo personajes alejados de la realidad y generalmente hipersexualizados.

Que mis protagonistas principales sean mujeres no solo me facilita la inmersión en ellos, tiene que ver con mi formación de historiadora, para compensar el borrado de las mujeres en la historia. Yo soy heredera de la historiografía de la vida cotidiana, surgida en Francia en los años 80, cuando era estudiante. Fui una pionera, cuando yo inicié mi tesina sobre La condición jurídica de la mujer en la Edad Media, ni siquiera se había creado el Instituto de la Mujer. Devolver la voz a la mitad silenciada de la población es un compromiso, un reto, y es un orgullo que se reconozca mi contribución a la genealogía del feminismo.

De todas formas, resulta igual de fácil o difícil construir los personajes, sean hombres o mujeres. Lo importante es que sean creíbles, sólidos, sin fisuras. Qué sepas qué les gusta desayunar, si les sienta mal la siesta, su talla de zapatos, sus manías…

¿Por qué ficción en vez de ensayo?

El ensayo lo tengo asociado al campo profesional y me parece un peñazo dedicar a él mi escaso tiempo libre. Siempre leí para evadirme y abstraerme, me gusta que las novelas me atrapen, morir entre sus líneas, que me quiten el sueño, leer ochocientas páginas de un tirón.

Y escribo lo que me gustaría leer.

¿Crees que con los años y la experiencias vas mejorando? ¿Es importante la madurez en quien escribe?

Mejoras en el método, afinas más y tardas menos en conseguir los resultados esperados, detectas los fallos a primera vista, procuras evitarlos de mano y sabes tocar los resortes adecuados. Pero puedes escribir una ópera prima que sea una maravilla con veinte años. También hay escritores que alcanzan su cénit de jóvenes y luego desaparecen, nunca logran superarse, el éxito temprano cobra algunas víctimas.

En mi caso empecé a publicar muy tarde –con cuarenta años- y sin grandes expectativas de continuidad, sencillamente detrás de una novela fue otra y luego otra…y llevo doce jajajajajaja.

A mí lo que me gusta es escribir, imaginar historias y contarlas, y a fuerza de practicar mejoras sin duda, como cualquier otro arte, deporte o cualquier cosa en la vida.

¿Hay algo que eches de menos de cuando comenzaste a escribir?

Madre mía, nada de nada. Mi primera obra (no novela) es de 1986, la Breve Historia de Asturias, un encargo (se me olvidó decir que hasta los 40 era una mercenaria de la pluma, cobraba por folios y el tema me venía dado)

Imagínate escribir con una Olivetti, tippex y corta pega de verdad, con papel y tijera. Me dan sudores solo de pensarlo…

¿Sufres o/y disfrutas escribiendo?

Soy una disfrutona de la vida en general y escribir me produce más placer que ninguna otra cosa, quizá porque nunca fui escritora a tiempo completo. Mi sueño es pasarme el día escribiendo, sería feliz.

¿Has tenido que dejar alguna historia por imposible?

La del siglo XVIII. Y mira, cuando la retomé años después salió La hija de las mareas, con la que acabo de llegar a finalista del premio Espartaco. ¡Y lo que vendrá! A veces vale más dejarlas reposar y no obcecarte con ellas, el cerebro es un aliado magnífico, trabaja solo.

¿Qué actividad es importante para ti para mantener ágil tu mente y por tanto tu escritura? (¿Leer, correr, bailar, viajar…?)

Leer, viajar y pasear al borde de la mar dejando que el Cantábrico me azote. Soy de esas que están apuntadas todo el año al gimnasio y nunca van…Por otra parte, mis viajes siempre me sirvieron para las novelas como escenarios, raro es que haga uno y no aproveche nada de él.

En un coloquio comentabas que ya cuando empezaste te preguntaban cómo compaginabas la escritura con la crianza de tu hijo. Decías que te molestaba…

¡Claro que me molesta! ¿Conoces a algún escritor varón que se lo pregunten? Recuerda el hashtag en Twitter #ThingsOnlyWomenWritersHear (cosas que solo escuchan las escritoras).

La escritora Joanne Harris autora del éxito de ventas Chocolat y principal fuente de ingresos de su casa, marido e hijos, lo empezó cuando se vio envuelta en una discusión sobre la conciliación familiar. A los hombres se les absuelve del pecado de ser malos padres o padres ausentes, pero no ocurre tal cosa con las madres.

Lo que si comento siempre es la diferencia entre hombres y mujeres en ese aspecto. Las escritoras somos multifunción, mientras que a los hijos del patriarcado les basta con dedicarse a escribir y que los atiendan, aguanten y mantengan. Aunque hay de todo, un gran número de autores se consideran divinos -aunque sean mediocres y no publiquen nada de éxito en sus días- y andan por el mundo levitando sobre el resto con caretos estreñidos.

Hay una novela de Fernando Aramburu, Ávidas pretensiones, que refleja de maravilla el machista, endiosado y envidioso mundillo literario. Habría para hacer una tesis sobre esto…o una novela, jajajaja.

Tienes una carrera profesional exitosa, ¿la dejarías por dedicarte solo a escribir?

Sin pensarlo, pero es una cuestión económica: ser escritora no te da un sueldo mensual y ya no tengo edad para hacerme rica con la literatura. De hecho, la única persona que conozco que ha conseguido esto último es una joven del Coto que vive en Alemania y escribe novela romántica en inglés. Empezó en Amazon, recibió una oferta millonaria y ahora ocupa los mupis de Manhattan.

En este país la literatura y las artes en general están mal tratadas y peor consideradas, hasta a los más grandes les cuesta vivir solo de la literatura. Los hijos de los americanos ricos enseguida se convierten en mecenas, invierten en películas, pintura, proyectos musicales… sus homólogos españoles en caballos y toros. Está todo dicho.

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