MANOLO D. ABAD «NO ME GUSTA SOLTAR ROLLOS»

On 13 julio, 2013 by Redacción Creatividad Literaria

Elevator

Manolo Abad (Oviedo, 1968) es un semanero de pro. Porque va a los conciertos y a las librerías, porque es crítico, programador y asesor musical y, lo que nos interesa, escribe ficción. Así que me parece el mejor de los cierres a esta pseudo saga de entrevistas «negras». Además está todavía muy reciente la publicación de su primera novela Elevator (Turbulencias, 2012) y no tan lejos las de los libros de relatos ‘Vasos sucios en la madrugada’ (Septem Ediciones, 2008) y ‘Viajes al Fondo del Precipicio’ (Turbulencias, 2012). Aprovechando una terraza con sombra, en un descanso de su trabajo, abre su corazón de escritor para contarnos lo que le gusta, lo que no, lo que le inspira y lo que opina: «Todos tenemos una parte interna que no tiene por qué ser mala, pero puede ser oscura«. Ahí vamos.

(Cafés varios, Cola y sombra salvadora en el Café Bar Cadillac, Oviedo)

     ¿Qué tipo de historias y de personajes te gustan?

Hasta ahora lo que he publicado ha sido serie negra. Sobre todo una serie negra sin detectives. Supongo que la muerte es el tema que más me interesa, pero también el azar, los giros que nos condicionan, las situaciones límite llevadas al extremo y que nos ponen a prueba, el amor y el desamor, (que aparece más…), la soledad. Este por ejemplo, el tema de la soledad;  recuerdo que fue el crítico Jorge Alonso con la publicación de mi libro Viajes al fondo del precipicio’ el que lo resaltó. Yo no había pensado en ello, no me lo había planteado, y es cierto, ahí está. A veces no vas buscando los temas y aparecen. Normalmente estructuro los libros de relatos con unos temas base. ‘Vasos sucios en la madrugada’ fue en torno al azar. En ‘Viajes al fondo del precipicio’ predomina la venganza. En la novela, en ‘Elevator’, aparece la muerte, el sentido de tu vida, qué vas a hacer con tu vida. Soledad, muerte, Viajes al fondo del precipiciosituaciones límite.

Y sobre los personajes no existe blanco y negro. Es la tentación de mucha gente al escribir. A mí me gusta que tengan carne, que sean verosímiles. No existe ni el muy bueno ni el muy malo. Todos tenemos una parte interna que no tiene por qué ser mala, pero puede ser oscura. En ese equilibrio de fuerzas es donde hay que meterse. A veces el gris es más marengo y otras es más clarito. Llevados al extremo no sabemos cómo vamos a reaccionar, qué actos puede llegar a cometer. Eso me gusta. Por otra parte me llama mucho la atención cómo la sociedad va hacia una amoralidad total. No hay ningún código de conducta. Eso es desastroso porque conlleva cruedad. Me interesa el comportamiento del individuo dentro de un grupo. Cómo la masa puede llevar al individuo, la masa como un eje homogéneo que arrastra a las personas.

     ¿Te atreves a definir tu estilo?

Trato de ser verosímil, directo. No me gusta soltar rollos. Lo que más odio es aquel que pretende dar un discurso filosófico sin tener en cuenta que hay que entretener, hay que ser ameno. Luego, me gusta que haya una segunda capa de profundidad, de ideas y de inquietudes que puedan llegar a hacer reflexionar al lector y, finalmente, dejarle la libertad para que pueda sacar sus conclusiones. No quiero conducir deliberadamente al lector a una especie de tesis.

     En los relatos que he leído hay un denominador común: la muerte trágica ¿A qué se debe?

La muerte  es el único misterio que permanece como tal. La evolución científica y técnica no ha llegado a desviar el misterio final. Es un punto en el que se puede trabajar muy bien, de manera dramática pero no melodramática. Quizá, también, hace unos años la muerte estaba más presente en mi vida… Las historias manan, tienen su propia vida, son ellas las que van pidiendo, y muchas veces me piden eso. La muerte es un área que te exige y me gusta trabajar con esa exigencia. Son historias de literatura negra y ahí la muerte es violenta.

     Con la obligación de programar 22 horas de música a tu espera mientras hacemos esta entrevista… ¿Cómo Vasos sucios en la madrugadacompaginas la vida laboral con escribir?

Organizándome o desorganizándome. A veces me obligo a escribir y otras tengo unas ganas locas. El trabajo es el que te da de comer. Es el eje que luego te permite dedicarte a escribir, a vivir. Hay que disfrutar. Son dos necesidades: sobrevivir, y crear.

     Y programando música, siendo crítico musical, ¿no te sale escribir letras de canciones?

Comparto la opinión de Rafa Cervera cuando dice que somos más difusores musicales que críticos. En mi caso estuve en un grupo, La Tortuga de Sheffield, de bajo. No tenía disciplina. Ahí hice letras y cubrí el expendiente. Eran como poemas. Me sirvió la experiencia y no me quedó complejo, ni frustración. Al contrario, me encanta ver a los músicos, los respeto muchísimo. Aquella época me sirvió para amplificar mi oído y estar cerca de grupos. Lo de escribir letras nunca me lo han pedido. Que prueben.

     ¿Cuál es tu ritmo de escritura?

Anárquico y caótico. Paso por etapas de escribir mucho a no escribir nada. Escribir artículos me da disciplina. En la ficción aunque no escriba sigo pensando. Parto muchas veces de títulos y de un arranque. También el hecho de plantearme los libros de relatos como un todo me ayuda.

     Oviedo aparece bastante en tus relatos. ¿Sigues esa máxima de que para escribir hay que mirar con ojos de extranjero?

En general, describir tu entorno es más fácil, pero me gusta hablar de la ciudad como un ente que no es Madrid, Nueva York… El concepto de ciudad sugiere la noche, los amaneceres… es opresora y a veces tambien liberadora. Siempre juegan los dos extremos: luz y oscuridad, y lo que hay en medio de los claroscuros. Oviedo es el sitio donde nací, donde luché para poder vivir. Me siento arraigado, y me parece un escenario estupendo.

     Dice Antonio Machado que la verdad también se inventa. ¿Cómo lo ves tú?MARCAPAGINASelevator

Me considero autor de ficción. Parto de una situación y luego la imaginación es la que manda, pero con la verosimilitud como eje. Nunca he compartido eso de que los escritores somos unos grandes mentiroros. Yo cuando escribo no considero que esté mintiendo. Estoy escribiendo mi historia y punto.

     ¿Qué dificultades y qué alegrías encontraste al pasar del relato a la novela?

En España está demasiado mitificado pasar de los relatos a la novela. Se considera un salto cuando lo que hay que hacer es diferenciar, son géneros diferentes. El relato exige más en cada palabra, exige síntesis. La novela te obliga a planificar. Dice Luis Sepúlveda, que los relatos están en la cabeza, que van dándote vueltas hasta que lo plamas en papel. Cuando se lo escuché decir me di cuenta de que a mí me pasaba eso. La novela sin embargo exige estructura, y luego viene la dificultad de luego corregir. Es un aspecto en el que igual necesitamos ayuda, alguien que sepa ver esas partes que chirrían, que te haga la última pregunta, capciosa. Pero tampoco mitifiquemos la figura del corrector.

     Oye, en realidad… ¿qué era lo que llevaba Evo en el avión?

Algo que quería ocultar, quizás un jersey.

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