GUSTAVO MARTÍN GARZO: «QUE ESCRIBIR SEA COMO LLEVAR UNA LÁMPARA»

On 11 marzo, 2014 by Redacción Creatividad Literaria

Gustavo Martín Garzo nos habla de cómo es él como escritor, como lector y como índiceciudadano, y nos deja un puñado de referencias y consejos en esta entrevista. Además de una obra que se puede definir ya como extensa, le acompaña el éxito del público y el reconocimiento de los críticos. Entre otros galardones posee el Premio Delibes 1993 por Marea oculta, Premio Nacional de Narrativa 1994 por El lenguaje de las fuentes, Premio Nadal 1999 por Las historias de Marta y Fernando, Premio Nacional de Literatura Juvenil e Infantil 2004 por Tres cuentos de hadas, o Premio Castilla y León a toda una carrera en 2006. En 2015 publica Donde no estás. Que disfrutéis la charla.

¿Cómo sabes si lo que estás escribiendo merece la pena?

Nunca se sabe y esto es lo peor de este oficio. Las dudas permanentes, el temor a que lo que haces no valga nada, a que el libro que has escrito no sea el que soñabas escribir. Siempre te sucede eso al terminar una novela. Tienes una sensación de fracaso, de no haber llegado lo suficientemente lejos, de que el libro que querías escribir ha vuelto a escapar de tus manos. Es lógico que sea así, ya que es inevitable que nos comparemos con los escritores que nos gustan. Y en esa comparación es difícil no salir mal parado.

¿Cuándo descubriste o intuiste que tal vez se te daba bien escribir?Martin A. La Regina

No se me da bien escribir. Lo hago con un inmenso esfuerzo, dedicando muchísimo tiempo, peleando con cada frase hasta la extenuación. A veces me pregunto por qué lo hago, por qué me empeño en hacer algo para lo que no me siento especialmente dotado. Pero hay algo extraño que me hace continuar. No sé que es. Tal vez porque en ocasiones, a través de la escritura, llego a lugares inesperados que necesito explorar. Son como esas ínsulas extrañas que aparecen en las novelas de caballerías, donde el caballero se detiene. Lugares que tienen que ver, antes con lo que sabe de sí mismo, con lo que desconoce. Y supongo que es eso lo que me hace continuar. Por lo demás, me pregunto si todos los escritores, incluso los más grandes, no pasan por las mismas angustias. Fíjate en Kafka, un noventa por ciento de su obra quedó inédita a su muerte, a causa de su eterna indecisión. Incluso ordenó a su amigo Max Brood que quemara sus cuadernos. Un cojo que se empeña en ser bailarín, así me siento yo.

¿Qué errores crees ahora que tenías cuando empezabas?

Me dejaba llevar por todo lo que me salía al paso, y eso es un error. Una novela es aventura, pero también orden, control, cauce. Es como ir en una balsa por un río (la balsa de Huck). No sabes qué te vas encontrar, los lugares que dejarás atrás, pero su corriente nunca es azarosa, tiene una dirección. Avanza hacia un destino definido, aunque no sepas exactamente cuál es, pero tu tarea es seguirlo.

 ¿Y hoy en día? ¿Hay algo en lo que creas que debes mejorar?Martín Garzo El amigo de las mujeres

Sueño con una escritura limpia, precisa, que fluya sin aparente esfuerzo. Una escritura transparente, capaz de hacer aparacer lo que nombra. Una escritura llena de pequeños instantes de iluminación. Scott Fitzgerald decía que el escritor debe trabajar para que los demás puedan aprovechar el brillo del mundo. Busco esa prosa capaz de iluminar nuestra vida, incluso su lado más sombrío. Que escribir sea como llevar una lámpara, eso quiero.

¿Cómo fue tu evolución como escritor? ¿Tuviste ayuda?

La única ayuda que puede recibir un escritor es la lectura. No una lectura ordenada según dictan los canones, sino dictada por el capricho, las leyes de la afinidad. Hay muchos escritores, pero solo unos pocos tienen el poder de quedarse en nuestras vidas. Con el paso del tiemepo vas formando con ellos una pequeña comunidad, y son ellos los que están a tu lado cuando te pones a escrbir.

¿Qué características crees que hicieron que se te empezara a valorar?

No lo sé, tal vez mi amor a los relatos. Vivimos en un mundo que ha dado la espalda a ese mundo de los relatos eternos, lo que no quiere decir que el hombre no siga teniendo necesidad de ellos. La historia más realista encierra ecos de esas viejas historias. Los jóvenes que ponen con ilusión su primera casa cuentan sin saberlo la historia del Arca de Noé, pues tratan de crear un lugar donde vivir y donde guardar todo lo que aman y no quieren perder. Una pareja de enamorados entona cada noche el Cantar de los cantares, aunque nunca lo hayan leído. Una niña pequeña que imita a su madre, es como la ninfa Eco cuando loca de amor repetía por el bosque las palabras de Narciso. Las mil y una noches no habla de un mundo ajeno al nuestro, sino de la multiplicidad de nuestra naturaleza, de todas esas otras vidas y esos otros deseos que hay en cada uno de nosotros. Miles de niños nacen en el mundo cada día, y miles de mujeres se enfrentan a esa experiencia única que es tener un hijo, y sin embargo apenas las prestamos atención. Una historia como la de María nos permite interrogar ese instante, preguntarnos qué sucede de verdad en él. En cierta forma, cualquier mujer al tener el niño que desea, vuelve a contar en el mundo la historia de María y su hijo y es lo que hace eterna esta historia.

¿Qué te aportaba escribir cuando eras un desconocido y qué te aporta ahora?142611

Ser conocido no cambia nada a la hora de escribir. O no debería hacerlo. Se escribe para uno mismo. Escribir no es distinto a hablar. Hablar en bajo, hablar cuando estamos solos. Hablar con alguien que no está, que muchas veces no sabemos quien es, pero al que queremos convocar con nuestras palabras, hacerle presente. Alguien que nos cuente cosas, que nos ayude a pensar. Escribir es hablar con el pensamiento. Hablar con los que no pueden hablar, con los que han perdido la voz. Hablar con los desaparecidos Yasunari Kawabata tiene un cuento que se titula La madre que podía leer. Sus protagonistas son una madre y un hijo. El hijo está loco. Se pasa los días encerrado con resmas de papel de escribir. Se pasa el día frente a ellas escribiendo. O más bien con la idea de que está escribiendo, pues el papel continúa en blanco. Cuando llega su madre le pide que le lea lo que ha escrito. Y ella empieza a hacerlo. Le cuenta sus recuerdos de niña. Y el hijo piensa que es él quien los ha escrito.Y a la madre le pasa una cosa, que empieza a recordar cosas que había olvidado, que no sabe de dónde le vienen. Y su amor le hace pensar que está leyendo una obra de su hijo. El hijo empieza a colaborar con ella. De forma que hay un momento que no hay forma de saber si se trata de un retrato de la madre o un retrato del hijo. Mientras lo lean, el alma de la madre y la del hijo se funden en una sola. En este cuento la escritura fingida crea un lugar de encuentro. Pero, en realidad, ¿no es siempre así? La escritura tiene que ver con este acudir aun lugar donde alguien nos aguarda. Alguien con quien hablar. Que nos dice cosas, cosas que tienen que ver con nosotros. Es a ese otro que cada uno de nosotros somos al que queremos convocar al escribir. Eso es la escritura, la voz de lo que está en otro lugar.

Cuando llegaron los primeros reconocimientos ¿tenías un estilo ya definido? Y, ¿has sido más o menos fiel a ese Martín Garzo de los principios?images

No creo haber cambiado gran cosa en todo este tiempo. Y no se trata de no haya querido hacerlo. ¿Podemos cambiar de rostro, de sexo, de edad? No, no podemos. En el pueblo en que yo pasé los veranos de mi infancia había unas mujeres humildes que, cuando se acababa de cosechar, entraban en las tierras para recoger las espigas que habían quedado olvidadas en el campo. Eran muy pobres, tenían que madrugar mucho y, al finalizar la jornada, apenas habían recogido unas pocas brazadas, pero esto las hacía felices. El escritor debe ser como esas espigadoras. En el pensamiento cristiano la gracia es el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente a las almas hacia Él. Aquello que Dios le da al hombre gratuitamente, sin que medie por su parte merecimiento alguno. Y las espigas que recogían aquellas mujeres eran su pequeña porción de gracia.

¿Compaginas o compaginaste el escribir con otra profesión?

Fui psicólo antes de decicarme por entero a escribir, pero las dos actividades estuvieron siempre seperadas. La psicogía habla de este mundo, la litetura del otro. Es la voz de lo que está en otro lugar. Todos los grandes libros, guardan la memoria de esa voz, la voz que no ha dejado de hablarse nunca, ni puede dejar de hablarse, pues es su persistencia la que constituye nuestra humanidad. Habla en los momentos más inesperados, y entonces el mundo se transforma en una biblioteca y los hombres son libros vivientes.

¿Hay alguna obra, o varias, de las que te sientas especialmente orgullo?P994119.jpg

Me gustan las novelas donde se revindica lo maravilloso. Que nos enseñan a interrogar lo cotidiano, lo más común, hasta arrancarlo de la banalidad y volverlo significativo. A descubrir nuevos sentidos. En La pata de la raposa, de Pérez de Ayala, puede leerse: “Me habló usted siempre de las cosas extraordinarias con tanta naturalidad, que yo me veía obligado a aceptarlas como cosas naturales, y de las cosas naturales con tanta intensidad, que yo descubría en ellas nuevos sentidos”. Escribir una novela es para mí conseguir algo así. Hacer que lo más extraordinario parezca natural, y que lo más común se vuelva extraordinario.

También escribes ensayos y estudiaste Filosofía. ¿Te cuesta frenar, contener al filósofo cuando escribes ficción?

No, yo no me siento un filósofo. Mi literatura se nutre básicamente de imágenes, no de conceptos. John Keats decía que el poeta debía estar con los pies en el jardín y con los dedos tocando el cielo. La poesía es un vínculo entre lo divino y lo humano, los sueños y la realidad. De esa zona intermedia entre la realidad y los sueños, lo visible y lo escondido hablan todos los grandes relatos. Un escritor nunca sabe qué libro escribe. Ni siquiera cuando ha terminado ese libro y lo pone en manos de sus lectores sabe exactamente qué les da. De ahí sus dudas, el temor a que ese libro que siempre quiere escribir haya vuelto a huir de sus manos. Ernest Hemingway tiene una novela titulada Al otro lado del río y entre los árboles. Narra en ella los amores entre un viejo coronel con una mujer joven durante la Segunda Guerra Mundial. Hay un momento, en que el coronel se queda mirando a su amante y se lee lo siguiente: “Sintió que el corazón le daba un vuelco, como si algún animal dormido se hubiera revuelto en su madriguera, espantando deliciosamente a otro animal, dormido junto a él”. El corazón enamorado es comparado a un animal en su madriguera. Pero Hemingway va aún más lejos y nos dice que ese animal despierta al agitarse a otro más escondido aún que, inmediatamente, se interna delicioso e ignorado en la oscuridad. La literatura tiene que ver con ese segundo animal que se esconde.

De las grandes preguntas de la literatura y de la vida, ¿cuál es la más recurrente en tu image0sobra?

Mis novelas hablan del sufrimiento, de las injusticias del mundo, del dolor de los inocentes. Hablan de los niños y de los animales, de la soledad y la incertidumbre. Hablan de la muerte de los seres queridos, del misterio del mundo y de la fascinación del amor. Shakespeare escribió, en Macbeth, que la vida no era más que “una historia narrada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa”. Es difícil no estar de acuerdo con una frase así, a pesar de su desmesura. La vida, en efecto, no tiene sentido alguno. No sabemos por qué hemos nacido, por qué estamos en este mundo extraño, por qué nos perturban nuestros propios deseos. No sabemos por qué el amor nos hace sufrir, ni por qué mueren las personas que amamos. Y ser concientes de todo esto nos causa dolor. Pero con la conciencia moral, como dijo William Faulkner, el hombre recibió el poder de soñar. Y eso es lo extraño. La vida es absurda, dolorosa, pero a la vez está llena de belleza: es un don inexplicable.

¿Alguna vez te aburren tus historias? Y si es así ¿te cuesta borrar, destruir?

No, no, yo amo mis historias, si no fuera así no podría escribirlas. Lo que no quiere decir que, mientras las escribo, no las someta a una poda constante. Para mí, corregir es básicamente eliminar. Lo normal es que reduzca un treinta por ciento el manuscrito inicial. Pero eso no significa que no ame mis historias. Es precisamente porque las amo por lo que quiero que en ellas no sobre nada. Concibo la literatura como un espacio de fascinación. Es decir, un libro, por encima de sus cualidades verbales, su capacidad para hacernos reflexionar o para dar cuenta de nuestras creencias, debe tener el poder de fascinarnos. El lugar de la fascinación es ese lugar donde se produce una llamada que no podemos desatender. Tiene que ver con el misterio, pero también con el compromiso, pues el lugar al que acudimos será también aquel en que nos haremos cargo de algo, aunque no sepamos por qué. Pensemos en La bella durmiente de los hermanos Grimm. Un príncipe pasea junto a un bosque intrincado y siente la llamada que le hace internarse entre las zarzas y llegar al castillo encantado. Allí, acostada en una de sus salas, se encuentra con una muchacha que, aun pareciendo muerta, conserva todas los atributos de la vida. Atraído por su belleza se inclina sobre sus labios y la besa. Es decir, la pregunta qué hace allí, pues el beso en los cuentos tiene el valor simbólico de la pregunta. E inevitablemente se enamora de ella, y adquiere sin habérselo propuesto el compromiso de cuidarla y de estar a su lado. Este cuento habla pues del mundo de la fascinación, y por eso lo hace de la lectura. La muchacha dormida se confundiría con el libro, y el príncipe que acude a su encuentro con el lector ensimismado que vela su sueño y habla con ella.

Como escritor que publica columnas de opinión, ¿corres el riesgo de perder lectores tifdqkukjtsbnlzwskotymthuporque te juzguen ideológicamente? ¿Tienes alguna experiencia al respecto?

No, no tengo ese temor. Un escritor es también un ciudadano, y tiene derecho a tener sus propias opiniones acerca del mundo en que vive.

En tu caso, ¿qué diferencias planteas en el proceso de escribir para niños y para adultos? 

No hay diferencia. Toda mi obra está marcada por la infancia y el juego. El juego crea una zona intermedia entre la realidad y los sueños. El niño aprende cosas con el juego, incorpora los modelos adultos, pero también agranda la realidad. Uno de los temas centrales de mis libros es el niño, la infancia. Rilke dijo que era nuestra verdadera patria. Pero la infancia pasa y no es posible recuperarla. Es como un naufragio del que de vez en cuando nos llegan fragmentos, restos misteriosos que tienen el poder de iluminar nuestra vida. El niño vive al comienzo de las cosas, su vida está tocada por la locura. Por eso son golosos, atrevidos en sus juegos, por eso aman y odian con parecida intensidad y nunca se cansan de desear.

¿Cómo te organizas a la hora de escribir una novela? ¿Y un cuento?

Soy muy metódico escribiendo. Cuando se trata de una novela, escribo por las mañanas, unas cinco horas seguidas, sin perdonar fiestas, sábados ni domingos.

¿Qué consejo y qué advertencia das a quien quiere ser escritor?P838089.jpg

Que lea, que sea paciente y no tenga prisa. Que escriba sólo de aquello que le apasiona. La literatura debe ofrecernos historias verdaderas. Los griegos tenían dos dioses del tiempo: Cronos y Kairós. Cronos era el dios del tiempo cronológico, cuantitativo, el tiempo de los calendarios y de los días que se suceden sin más. Kairós, el dios de lo vivido, de los instantes únicos. La literatura tiene que ver con este dios de la experiencia del momento oportuno. El alma de un pueblo está en los relatos que guardan la memoria de tales momentos de epifanía. Troya es la locura visionaria de Casandra, el temblor de Paris en los brazos de Helena, la desesperación de Príamo ante la muerte de Héctor. Los hombres y las mujeres actuales viven sin apenas poner límites a sus deseos, y sin embargo pocas veces han tenido menos cosas que contarse. La ausencia de relatos define su convivencia y la política actual es el ejemplo más visible de esta dolorosa carencia. La crisis de la cultura del relato oculta una crisis más honda: esa pobreza de la experiencia de que habló Benjamin. Y la experiencia tiene que ver con la palabra y el relato, pues vivir es encontrar cosas que contar y compartir. Sin la literatura, como afirmó Marcel Proust, nuestra propia vida nos sería desconocida.

¿Quién ha sido, o es, o sería, para ti el escritor perfecto?

Aquel que desaparece al escribir su libro. Todos los momentos relevantes de nuestra vida tienen que ver con el silencio: el silencio de los amantes, de las madres contemplando a sus hijos, de la relación entre un hombre y un animal, el silencio que nos vincula a los muertos queridos. El silencio no es la nada, es el lugar donde algo va a aparecer. Muchos de los personajes de los cuentos son mudos. Son ellos los que cuentan lo más esencial. Estos días he vuelto a leer Madame Bovary. Lo que nos conmueve de un personaje como Emma Bovary es su lado infantil, su actitud para no conformarse, para pedir siempre más. Es como un niña que juega en un mundo de adultos y a los que estos terminan destruyendo. Gatsby, el personaje de Scott Fitzgerald, es como ella y por eso también será destruido. A los dos les pierde su romanticismo, su negativa a renunciar a la felicidad. Scott Fitzgerald dice en esta novela que “la roca del mundo está sólidamente asentada sobre las alas de un hada”. Y estos personajes nos hacen sentir eso. Parecen flotar sobre el vacío, pero algo misterioso les sostiene, algo que tienen que ver con la fe, con el milagro. Nietzsche dijo que la poesía era empeñarse en seguir soñando aun sabiendo que se trata de un sueño.

¿Qué te gustaría ser de mayor?Duerma_Mar_portada

Soy ya mayor. Me gustaría no dejar nunca de escribir. El hombre es un eterno descontento, le atrae todo lo no vivido, esas posibilidades de la vida que no se llegan a cumplir. La vida del hombre es indisociable de los sueños. El soñador es un viajero, un explorador, el conquistador de nuevos mundos. La comunidad necesita los sueños, porque le traen noticias de otros mundos, noticias que tienen el poder de transformar el nuestro. En los sueños hay un gran poder, el poder de agrandar el mundo, el poder de cumplir promesas que estaban olvidadas, pero también hay peligros: que nos aparten de la realidad. Si no podemos regresar nuestros sueños se transforman en delirios. Entonces el sueño, que parecía prometerlo todo se transforma en enfermedad y pérdida. Coleridge escribió un poema en que un poeta se trae una rosa del sueño. Es decir, es en la realidad donde deben ponerse a prueba los frutos recogidos del sueño. El escritor se sirve de las palabras que todos utilizamos, pero su relación con esas palabras no es la misma cuando escribe sus Iibros que cuando se dispone, por ejemplo, a comprar el billete del autobús. La relación que mantiene con su lengua al escribir podría compararse a la que el bailarín mantiene con su cuerpo al bailar. Salta, se pone de puntillas, eleva las manos y gira. Su cuerpo es el mismo del que sirve cada mañana para comprar el periódico o para coger el metro pero ahora realiza con él acciones imprevisibles que hacen pensar en un cuerpo distinto: el cuerpo que resulta de una metamorfosis. El bailarín baila porque quiere ser otro del que es, y el escritor desea lo mismo. Sus palabras están tan alejadas de su vida ordinaria como los taconeos y giros del bailarín de los movimientos que realiza al andar por la calle. Pero ¿sabe acaso un bailarín cómo es su cuerpo cuando baila, lo que hace en la escena, cómo lo ven los demás? Pues eso le pasa al escritor cuando se queda a solas en su cuarto: que no sabe quién es ni lo que hace.

 

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