EVA MARÍA MEDINA: «TENÍA QUE ESCRIBIR LA MEJOR NOVELA QUE MI TALENTO Y TRABAJO ME PERMITIESEN»

On 9 enero, 2015 by Redacción Creatividad Literaria

 

Eva María Medina (Madrid, 1971) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. AutoraPortada Relojes muertos (2) del libro de relatos Sombras (Editorial Groenlandia, 2013), y coautora de Relatos en Libertad (Editado por Anuesca, 2014) y de Letras Adolescentes (Colección Especiales, Editorial Letralia, 2012). Ha obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido publicados en distintas revistas literarias, españolas y latinoamericanas (Letralia, OtroLunes, Cinosargo, Entropía, Almiar, Narrativas…), y en diversas antologías. La revista La Ira de Morfeo editó un número especial con algunos de sus relatos. Relojes muertos es su primera novela. En la actualidad está ultimando la escritura de su segunda novela, Asesinos de palomas.

SORTEO DE RELOJES MUERTOS. CONSULTA AQUÍ LAS BASES.

Juan Manuel de Prada relata en su prólogo que os conocisteis en un curso de narrativa que él impartía. ¿Qué aprendizaje has tenido como escritora? ¿Qué crees que aportan ese tipo de talleres?

Realicé un taller de escritura creativa en el que practicábamos las técnicas narrativas sirviéndonos de modelo relatos de grandes escritores. Cuando finalizó el taller, seguí escribiendo, leyendo, analizando textos de otros autores; todo esto unido a mi propia experiencia vital. Considero que este tipo de talleres acelera el proceso de aprendizaje, ayudándote a ver, de un modo objetivo y profesional, los errores más frecuentes del escritor principiante.

¿Cuándo y por qué empezaste a escribir esta novela?

Fue hace ocho años, al escribir un relato sobre la locura. Esta historia continuó dando vueltas en mi cabeza. Tuve que abordarla de manera más amplia, lo que me llevó a la novela.

¿Cómo te organizaste para escribirla? ¿O te dejaste llevar sin ningún esquema?

Aunque suelo tener claro el principio y el final de cada historia, en el acto de escribir se va desarrollando la trama y van surgiendo bifurcaciones por las que nunca hubiera pensado que caminaría. Esto es lo mágico de la escritura, los descubrimientos que vas haciendo a medida que te adentras en la historia. En Relojes muertos hice la estructura capítulo a capítulo, aunque fue más un trabajo de escenas y de ir uniendo las piezas de un puzle intrincado.

Entonces, alguno de tus personajes o tramas varió respecto a lo que tú tenías planteado en un primer momento, ¿verdad?

Por supuesto, la escritura es algo vivo que tú vas dando forma a medida que vas abordándolo. Por ejemplo, algo que parece tan nimio como el nombre de los personajes varió. También la estructura, la novela comienza en el tercer capítulo, y esos dos primeros capítulos pasaron a formar parte de visiones, recuerdos y premoniciones de Gonzalo, el personaje principal. Hubo capítulos que tuve que eliminar y, personajes —como el vecino del quinto, el mimo, o el viejo del reloj— que fueron surgiendo durante el proceso de escritura.

¿Cómo fue la evolución y cuál tu experiencia personal durante su escritura?

Experimenté sensaciones contradictorias. Hubo momentos de euforia, al descubrir una trama secundaria o un personaje, y de desaliento, cuando el material se me iba acumulando y me costaba dar sentido y coherencia al texto.

Al tratarse de tu primera novela, ¿fuiste muy autocrítica? ¿En algún momento pensaste que lo que estabas haciendo no merecía la pena?

No solo por ser mi primera novela sino también por mi carácter —perfeccionista y extremadamente exigente— fui muy autocrítica. Tenía que escribir la mejor novela que mi talento y trabajo me permitiesen. En muchas ocasiones el proyecto me desbordó, porque al esfuerzo de aprender a escribir una novela se unía el reto de meterme en la piel de un esquizofrénico y contar la historia en primera persona.

¿Cómo fue el proceso de revisión y reescritura?

Arduo, una novela requiere una disciplina de trabajo muy severa. Trabajé el texto durante meses, años, lo dejé reposar un tiempo, volví a trabajar en él, dejándolo de nuevo en reposo, lo retomé de nuevo, mes tras mes, año tras año, hasta dejar de ver errores. John Gardner en su libro Para ser novelista considera que para las verdaderas novelas no hay sustitutivo de la maduración lenta, muy lenta, y yo opino que esta es la única manera de abordar portada-sombras-groenlandia-2013un proyecto serio.

En ocasiones cuesta poner el punto final. ¿Cómo fue en tu caso?

Creo que cuando el autor ya no puede hacer nada más por el texto debe, humildemente, poner el punto final. Pero esto cuesta mucho porque nunca estás satisfecho. Cuando relees la novela, pasado un tiempo, siempre descubres errores y piensas en las mejoras que podrías hacer.

¿Aprendiste algo que no supieras de antes como escritora de relatos?

Primero, advertí las diferencias entre estos dos géneros literarios. Mientras que el cuento actúa por condensación, la novela procede por acumulación. El rasgo principal del relato es la intensidad. La novela acepta digresiones y estas pueden ser su sustancia. Una novela admite la creación de atmósferas muy diversas, no así el cuento que debe tener su propia atmósfera.

Después, afronté el trabajo que requiere una novela: documentación y preliminares, elección del tono general que unificara el texto dándole unidad, elección del narrador y el punto de vista, lógica interna, personajes, niveles de realidad… Sin olvidar las palabras de Virginia Woolf: «Una buena novela es cualquier novela que le hace a uno pensar o sentir. Tiene que meter el cuchillo entre junturas del cuero con el que la mayoría de nosotros estamos recubiertos. Tiene que ponernos quizás incómodos y ciertamente alerta. El sentimiento que nos produce no tiene que ser puramente dramático y por tanto propenso a desaparecer en cuanto sabemos cómo termina la historia. Tiene que ser un sentimiento duradero, sobre asuntos que nos importan de una forma u otra».

¿Cómo lograste que la editorial Playa de Ákaba accediera a publicar tu libro? ¿Llamaste antes a muchas otras puertas?

Llamé a muchas puertas, sin conseguir ningún resultado. Entonces, Lorenzo Silva y Noemí Trujillo lanzaron una nueva editorial, Playa de Ákaba. Envié el manuscrito a la editorial y, después de un año, cuando ya había aceptado que Relojes muertos no se publicaría, Noemí Trujillo se puso en contacto conmigo comunicándome que mi novela era una gran novela y quería publicarla.

Muchos noveles recurren ahora a la autoedición, ¿tú te lo planteaste?

No, nunca llegué a planteármelo porque considero que es el editor el que tiene que apostar por el texto y su autor. Lo veía, y lo sigo viendo, un filtro necesario.

Ahora estás finalizando tu segunda novela. ¿Qué período de transición necesitaste para pasar de una historia a otra?

Creo que al terminar un proyecto en el que has empleado tanto tiempo y energía necesitas un periodo de barbecho (leer, pasear, pensar en otros temas…). Y es durante este tiempo cuando te surge otra historia que necesitas contar.

¿Has variado algo respecto a Relojes muertos?

Por supuesto, después de escribir una novela adquieres un dominio mayor del material narrativo (el ritmo, la construcción de escenas, la caracterización de personajes, la atmósfera, el tono…) y esto te ayuda a afrontar el siguiente proyecto sin tanto temor.

¿Y de qué tratará tu siguiente libro?

Del alcoholismo, me interesa escribir sobre el sufrimiento humano, por lo que estas situaciones marginales y de exclusión social estarían dentro de ese «gran» tema.

Para aquellos que no te conozcan, ¿cómo definirías tu estilo? ¿Y a base de qué lo has ido construyendo?

Considero que el estilo literario va muy unido a la historia que quieres contar. El estilo fracasa si no se amolda a la sustancia de lo que se cuenta. Fondo y forma son indisolubles. Me resulta muy difícil analizar lo que escribo o del modo que lo escribo. Además, no sé realmente si todavía tengo un estilo propio. Raymond Carver consideraba que un escritor que poseyera una forma especial de contemplar las cosas, y que supiera dar una expresión artística a sus contemplaciones, tardaba en encontrarse. Quizá todavía sea pronto.

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