ESPERANZA ORTEGA: «LA POESÍA ES SIEMPRE ANTISISTEMA. SE MANTIENE EN EL AIRE, DE MILAGRO»

On 6 junio, 2014 by Redacción Creatividad Literaria

Esperanza Ortega (Palencia, 1953) ha publicado poesía, narrativa y estudios críticos, generalmente de poesía esperaznaclásica y contemporánea. Algunos de sus libros de poemas son Mudanza (1994), Hilo solo (Premio Gil de Biedma, 1995), Como si fuera una palabra (2007), Poema de las cinco estaciones (2007), libro-objeto realizado en colaboración con los arquitectos Mansilla y Tuñón, o La mano sobre el papel (2010), su último libro. Su obra aparece en las antologías Las ínsulas extrañas. Antología de la poesía en lengua española (1950-2000) y Poesía hispánica contemporáneaTambién ha publicado una biografía novelada de  Garcilaso de la Vega, un libro de memorias de infancia que se titula Las cosas como eran (2009) y ha traducido a poetas italianos como Humberto Saba y Atilio Bertolucci.

Esperanza Ortega, colaboradora de El Norte de Castilla, ha ganado, además del Gil de Biedma, el Premio Giner de los Ríos a la innovación pedagógica por su ensayo El baúl volador (1984) y el Jauja de Cuentos por El dueño de la Casa (1994).

Con ella cerramos, tal vez, las entrevistas a una familia completa, pues es la mujer de Gustavo Martín Garzo y la madre de Elisa Martín Ortega. Que continúe la saga.

¿Lleva una libreta consigo para apuntar ideas o tiene buena memoria?

Llevo una libreta conmigo. Apunto lo que pienso de manera automática. A  veces reviso los apuntes y los paso al ordenador. Durante un tiempo lo hice de manera regular. Tengo muchos textos escritos de esa forma y reunidos bajo el título de “Cuaderno de la prisa”. Pero en esa libreta no escribo poemas. Los poemas los escribo a mano en papeles sueltos que luego elimino.

¿Mantiene alguna rutina de escritura?

Me siento a escribir todos los días en el ordenador, me dedico a ello. Pero no me siento a escribir poemas. Escribo artículos para el periódico, textos de crítica, encargos… Y también he escrito en el ordenador de manera sistemática todo lo que he publicado  en prosa: cuentos, “Las cosas como eran”, la biografía de Garcilaso… Los poemas son una excepción a la regla, aparecen de manera imprevisible, nada que ver con la rutina. Para escribir poesía hay que perderse por la selva oscura, como Dante. Los poemas te apartan del buen camino.

¿Su inspiración está más motivada por factores externos o internos? 

El poema es un acontecimiento, como tal,  llega desde fuera y se te mete dentro, lo sientes como algo físico. Luego lo tienes que traducir a lenguaje. A veces lo consigues y otras no. Lo que pasa es que sus motivos provienen de otro mundo, no de la realidad de la que dan cuenta los medios de comunicación . A veces oímos una frase, vemos un rostro, algo sucede… y eso sabes que algún día podría convertirse en poema. Pueden pasar años allí, guardados dentro, hasta que emergen. Por eso no es fácil descubrir la relación entre lo que escribes y tu vida. A veces he escrito poemas ocasionales, porque me los han pedido, con relación a algún tema, como el No a la guerra…. Pero no eran buenos, estaban fabricados por mis manos, no por las manos de la poesía.

¿Se puede escribir un poema de un tirón o es como hacer un castillo de naipes, colocando cada carta con delicadeza, mimo y paciencia?

El cuidado, la delicadeza es imprescindible. Pero el poema puede llegar y mostrarse de manera repentina. Tienes que tener mucha paciencia, saber esperar ese momento y lanzarte sobre él para que no se disipe. Yo necesito silencio. El silencio aviva el deseo de llenarlo con un algo que no haga ruido, pero que signifique, con un lenguaje silencioso, como es el de la poesía. Tienes que mirar mucho, contemplar, es como descubrir el momento en que se abre un capullo. Por el territorio de la poesía hay que andar con cuidado,  de puntillas, sin espantar al ruiseñor que duerme en su jaula.

Como poeta de largo recorrido y crítica literaria, ¿qué cambios, novedades, observa en la poesía actual? ¿Alguna recomendación?

Yo no observo el panorama de la poesía actual porque estoy dentro de él, no estoy encima ni debajo.  Lo que sí creo es que ahora todo cabe. Eso es bueno. Hay quien desea verse reflejado en el espejo de otros ojos, es el poeta de tendencia, necesita verse afirmado en lo que hacen los otros.  Ese poeta tiene compañeros de travesía, debe de ser estupendo ser así. Yo soy más bien rara, viajo sola, nadie me espera cuando llego con mi poema. Aunque me gusta la libertad, he de reconocer que angustia estar ante tantas encrucijadas y tener que elegir sola. Tengo que elaborar mi propio camino, como en los versos de Machado, mirando únicamente las huellas que voy dejando atrás, a la manera de los existencialistas, sin seguridad ninguna. En cierta forma, el terreno actual de la poesía es el de las arenas movedizas, te pueden tragar si te descuidas. El ritmo funciona como guía, y la intuición. No hay verdades absolutas, moldes, cánones…

Y usted, ¿ha cambiado de estilo con los años?

He debido de cambiar. De hecho, escribo muy poco porque detesto repetirme. Pero al final acabo haciendo algo que se reconoce en los versos anteriores. Siempre recorro la misma órbita, la mía, aunque en cada momento,  la vida me sitúe en un círculo diferente. De esto te das cuenta cuando ya tienes unos años detrás. Te das cuenta de que estás siempre ante la misma puerta, una puerta que nunca se acaba de abrir del todo. Lo que se repite es el misterio, lo que varía es lo que es fácil de explicar. Cambias de lugar, como ocurre que apareces en lugares diferentes en los sueños. Pero has  llegado allí con los ojos vendados. Se busca, se tantea. No se puede reconstruir algo semejante a una evolución de tu propia obra. Para eso están los críticos que juegan a deconstruirte, a situarte de nuevo ante el inicio y descubrir cómo funciona el mecanismo de los poemas que has escrito. Es una labor muy generosa la del crítico, muy cortés.

¿Por qué cree que la poesía no mueve tanto volumen de lectores como la prosa?

La poesía, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende. No hubo libros de poemas hasta el “Cancionero” de Petrarca, se escribían versos, se distribuían en papeles, se recitaban… luego se reunían, generalmente a la muerte del poeta. A Garcilaso lo conocemos porque la viuda de Boscán reunió sus poemas y los publicó con los de su marido muerto. Los libros de poemas no se solían vender en los mercados. Ahora se siguen vendiendo poco, es así y no hay que darlo más vueltas, tiene mucho valor ser editor de poesía. Yo les admiro, a los editores, su labor es poética. Por eso la poesía es siempre antisistema. Se mantiene del aire, de milagro. Aunque sus lectores son muy fieles. Ahora, con la crisis, no han descendido las ventas de poesía, seguimos comprando los mismos… Pero la poesía se mantiene en el tiempo mucho mejor que lo que se llama “prosa”, ya sea narrativa o ensayística. ¿Quién lee hoy la prosa de Gracián, los diálogos de Valdés, el Libro del caballero y el escudero de Don Juan Manuel? Tampoco se lee la novela picaresca o la pastoril. Pero oyes recitar las Coplas de Manrique, los sonetos de Quevedo, las canciones de amigo de los Cancioneros…, y parce que se acabaran de escribir, parece que sus autores las han escrito para que tú las escuches ahora, se siguen sintiendo como una caricia. A la mayoría le resbalan estas cosas, pero algunos –la inmensa minoría, como diría Juan Ramón Jiménez- se quedan prendados de un poema, y es que los poemas tienen imán, mucho más que la prosa. El paso del tiempo no le afecta al poema como a los textos de otros géneros literarios. Por eso la inmensa minoría que escucha los poemas, en su totalidad, es cada vez más numerosa, va naciendo y muriendo mientras la poesía permanece.

¿Qué palabras le gustan especialmente como suenan?

Cualquier palabra, si halla su sitio en el verso, suena bien. El poeta, lo que tiene que hacer es encontrar ese sitio, cobijarla, rescatarla de su significado común y devolverle lo que el lenguaje habitual le ha ido quitando con el uso.  Pero a mí lo que más me gustan son los sustantivos comunes. Ni verbos ni adjetivos: nombres.

¿Y alguna metáfora que recuerde, que le encante?

Me gusta una metáfora de Bécquer que dio título a un libro de Cernuda: “Donde habite el olvido”, se refiere a la tumba, pero adquiere muchos más significados como título de un libro. Me gusta una metáfora de  “Platero y yo”, describe a una niña tísica y dice Juan Ramón: “la voz se le caía como se cae a veces la  brisa en el estío”.  Me gusta cuando Miguel Hernández llama a su corazón apenado “pecera melancólica, penal de ruiseñores moribundos”. Lorca y Góngora son los maestros de la imagen, no cito ninguna de ellos porque basta con abrir su obra por cualquier página, siempre te asombran. ¿Y Rubén Darío? ¿Cómo olvidar “la carne que tienta con sus frescos racimos y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”?

¿Escribe con música?

No, nunca. La música del verso es la única que se tiene que escuchar, y es  difícil de distinguir. El poema nunca se escribe con música de fondo, hay que escarbar en su fondo para encontrarla.

Su familia está ligada a las letras, en su caso ¿lo heredó a la vez de sus padres? Y ¿cree que la cadena seguirá…?

Mi padre escribió muchos libros, ensayos. Era autodidacta. Comenzó a los dieciocho años, cuando José María de Cossío le publicó un ensayo sobre la Celestina. Tuvo mucho éxito en los años de la República, pero dejó de escribir al comenzar la guerra. Fracasó.  Tenía los libros guardados en un armario. Todo esto lo cuento en “Las cosas como eran”, un libro de memorias de infancia. Yo nunca le vi escribir, le veía leer, sentado en un sillón de herradura donde se internaba como en un túnel. Murió cuando yo tenía 10 años, es el recuerdo más claro que tengo de él: él leyendo. Ahora tengo yo sus libros en casa. A veces encuentro fragmentos subrayados en lápiz y me pregunto por su lectura. Las lecturas se heredan, quizá, como el instinto de los pájaros que heredan el recorrido de sus migraciones. Mi marido es novelista y mi hija es poeta. Está claro que lo estamos intentando, alguno o alguna llegará a abrir la puerta entornada.

 

¿Trabajaba con los alumnos la faceta creativa?

Como profesora –toda mi vida, desde los 22 años-, claro que trabajaba la faceta creativa de los alumnos. En 1982 me dieron el Premio Giner de los Ríos por un ensayo pedagógico: ”El baúl volador. Un taller de escritura en el bachillerato”. Hace poco apareció la segunda edición del libro, después de 25 años. No cambié ni una sola línea, seguía haciendo lo mismo. Pero siempre me he planteado la creación de textos originales por parte de los alumnos como un mero juego. Se puede jugar a escribir un relato, un poema… Yo les enseñaba la técnica. Pero la creación va por otro sitio.  El alumno creativo es original, se salta las etapas, se sale de los moldes… a veces es antipático, raro. Sin embargo, sí existe una forma pedagógica de espolear la creatividad de la mayoría. Eso es precisamente lo que intento demostrar en mi libro. Y cuando me encuentro con alumnos de hace muchos años,  recuerdan sobre todo el taller de escritura, lo recuerdan con cariño, con orgullo de haber participado. Se ve que escribir les hizo bien.

 

 

 

 

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