AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO: «MUCHOS DE MIS LIBROS HAN SIDO ESCRITOS EN VIAJES PORQUE ODIO VIAJAR»

On 3 marzo, 2014 by Redacción Creatividad Literaria

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Alzo confesión. Este es un cuestionario enviado. No es una de esas entrevistas de bar en las que te fijas si el autor en cuestión mira hacia las aceitunas como quien mira al oráculo. Esto es una tormenta de preguntas enviadas por correo electrónico. Pero hay matices. En la comunicación digital también hay matices. Fernández Mallo responde con reflexiones aplicadas, sin prisas y con pasión. Se nota. Segunda confesión. Hará un año saqué Nocilla dream de la biblioteca porque me atrapó el título, sin más, sin referencias. Y me gustó. Y me sorprendió. Y pasé a otra cosa, no indagué más, cosas de bibliotecas, no porque no hubiera más títulos de Mallo, sino porque hay tantos de tantos que recomiendan tantos, y sucede que de un mes para acá me encuentro con que a aquel tipo de la nocilla lo presentan como a todo un gurú de la transformación literaria, como a un rompedor de la novela convencional y del lenguaje narrativo.

Había que probar. Escribirle y encontrarse al otro lado del correo con alguien que te devuelve tus mensajes y que a pesar que acaba de publicar Limbo (Alfaguar, 2014) y está hasta arriba de presentaciones y entrevistas, te vuelve a responder un tercer correo ante la tercera última, prometo que será la última, pregunta. Vamos, que hay matices, que oigo sus comas y sus dos puntos, que veo sus cejas en alto diciendo convencido que claro que tiene que ver su naturaleza de ciencias en su obra, subrayando que las cosas no llegan por sí solas, que no se trata de títulos simpáticos. Que los tiene. Bajo el término Poesía Postpoética, publicó los poemarios Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001), Creta lateral travelling (2004, premio Café Món), Joan Fontaine odisea (2005), Carne de píxel (2008, premio Ciudad de Burgos de Poesía) y Antibiótico (2012). Su libro Postpoesía, hacia un nuevo paradigma, fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2009. Nocilla dream, Nocilla experience y Nocilla Lab, novelas publicadas entre 2006 y 2009, fueron recogidas en 2013 en la trilogía Proyecto nocilla. 

Vale, sí, que por mucho que me empeñe no hay un bar ni una cita a ciegas, pero el intercambio de correos de las últimas semanas ha dado una conversación real, porque como diría Ricardo Pochtar ¿qué es la realidad? Yo, por ejemplo, el otro día, antes de ir a dormir, levanté la almohada y en vez del pijama, me encontré con unas aceitunas a medio roer. Mallo, físico él, de carrera, también tiene su teoría sobre la realidad:

*¿Música durante la lectura? La pone Mallo, al que no le gusta tener música de fondo mientras escribe, con su grupo Frida Laponia.

Una duda, ¿tiene algo que ver tu Limbo con la anti utopía Limbo de Thomas Wolfe?

            No, no tiene que ver. Limbo aparece como símil de la mirada de los personajes, extrañada respecto al mundo, lo que les lleva a hacerse preguntas que involucran un ligero desenfoque respecto a la realidad, preguntarse por las capas de realidad que hay tras la cotidianidad, y que por costumbre ya ni vemos. Creo que en origen esa es la mirada del poeta y la del científico, aunque después cada cual desarrolles sus obras con lenguajes diferentes.

¿Cómo surgió cada uno de tus libros?PROYECTO_NOCILLA-Fernandez_Mallo_Agustin-9788420414997

            Pues como todo lo que me gusta, sin saber cómo ni porqué: una imagen que ves en algún libro o revista o en la tele, que de pronto se entrelaza con todo tu bagaje de lecturas, cultas o populares, y otras imágenes y reflexiones propias. Cosas que aparentemente no tenían sentido, unidas dibujan entonces un cuadro coherente. En esas uniones es donde se da la poesía que puede haber en mis libros, y sin la cual no serían nada. Esto, en el Proyecto Nocilla se ve claramente, pero aún más en esta última novela, Limbo.

¿Qué  descubriste en cada uno de ellos?

            Nada en concreto, sólo que vivir es crear ese tejido, algo netamente íntimo y doméstico que cobra una inesperada dimensión social. Y esa dimensión social se te escapa, ya no es tuya, y no ha de importante; si te importa, empiezas a pensar en escribir al servicio de los demás, a su gusto, y eso te hace ganar adeptos, sí, pero sólo coyunturalmente: al final te paraliza, te hunde, aparece el bodrio pedagógico-conductista.

¿Tuviste dificultades que superar para darlos por cerrados?

            No, no, ninguna dificultad. Tal como escribo yo las novelas, me guío por los mismos mecanismos que cuando escribo poesía, es decir, sin preparar nada y llevado por conexiones analógicas. Hay un momento en que lo que estás escribiendo se te presenta con flecos sueltos, sí, pero al mismo tiempo coherente, cerrado. Y ya no te excita seguir. Y ése es el momento en el que hay que darlo por terminado. Es como un organismo vivo al que alimentas, educas y civilizas, lo haces crecer hasta que se hace adulto, y ahí ya tienes que dejarlo solo; ni si quiera es divertido ni estimulante pretender continuar cuidándolo, hay que dejar que se vaya de casa. El-hacedor-de-Borges-Remake

 ¿Cuál es tu fluir al escribir? ¿Natural, forzado, esporádico,impulsivo, psicotrópico…?

            Más bien impulsivo y natural, lo que no quiere decir que no exista un control, claro. En ese equilibrio entre lo naturalmente impulsivo y lo controlado es donde el autor se juega la poética que pueda haber en su libro.

¿Sabes todo lo que quieres contar y cómo son tus personajes cuando empiezas a escribir?

            Jamás. Cuando escribo sé tanto de ellos como el lector cuando lee. Tengo en mi cabeza un horizonte, una vaga posibilidad, un espacio totalmente abierto, sólo eso. Y luego, además, siempre me desvío, las cosas vienen mientras cocino o mientras leo un libro o mientras veo la tele. No podría escribir de otra manera. No escribo lo que quiero sino lo que puedo.

¿Temes que a partir del momento en el que ya te han etiquetado como «autor singular» valga cualquier cosa que publiques?

            ¡Espero que no! Y de hecho, no es así. La gente es muy crítica también con mis textos. Y eso es muy bueno. Toda literatura valiosa ha de estar en el debate crítico. Y al mismo tiempo, si soy sincero, no me importa demasiado todo eso. Escribo para mí, para desarrollar mi poética, mi visión del mundo. Y si a nadie le gustara el resultado, lo seguiría haciendo –como hice durante muchos años, en los que nadie me conocía, ¡las cosas no surgen de la nada!-

¿Qué opinas de que te pongan al frente del barco de una nueva generación de escritores? ¿Qué crees que comisteis que os una?

            No existe una generación como tal, eso fue una etiqueta puesta por los teóricos y por la prensa cultural. Lo que sí existe es una corriente de nueva narrativa, que ya se ha afianzado. Narrar el mundo contemporáneo con herramientas contemporáneas. Y es muy lógico, es lo que ha ocurrido siempre: a cada época le corresponde un modo de narrarla. Sólo eso.

¿Qué nivel de exigencia y perfeccionismo te aplicas?YO SIEMPRE

            Es difícil de responder, porque en algunas cosas mucho, pero en otras nada. Hay cosas que escribo con intención de cambiarlas y luego se quedan porque me hacen gracia así: aunque mal puestas, son coherentes. No sé, depende de qué quiera contar en cada momento. Eso sí, no soy un autor descuidado. Lo que pongo de manera precisa es porque quiero que así sea, y lo que dejo de manera imperfecta es porque al final también quiero dejarlo así.

¿Crees que la «ruptura con la novela convencional» que los críticos te suponen tiene algo que ver con que vienes de las ciencias?

            Sí, mucho. Pero no sólo con eso. En general, es porque incorporé a la poesía y a la narrativa una estructura en red, donde cualquier tema contemporáneo –es decir, que nos afecta-, si es metafóricamente pertinente lo conecto con otro tema en apariencia muy alejado, sin que haya entre ellos una relación de condescendencia. Pero eso, todo hay que decirlo, no basta con decirlo, hay que hacerlo, y hacerlo bien, y eso es lo que diferencia a un texto valioso y con hallazgos de un texto clonado. Por otra parte, me gusta trabajar con los residuos de mi contemporaneidad, con materiales que otros y otras van dejando a un lado. Como un barrendero. Me fascina la capacidad poética de los residuos, cómo convenientemente estatizados pueden armar un relato que nos afecte, que hable de nosotros. De hecho, creo que un día en la vida en cada uno de nosotros es una alucinante concatenación de residuos.

¿Qué queda del físico en ti como escritor?ANTIBIÓTICO

             Todo. Ha sido mi profesión durante casi 20 años –en el campo del tratamiento del cáncer con radiaciones nucleares-,  pero además, mi manera de ver mi entorno mezcla la poesía y las ciencias de manera natural, no es un esfuerzo para mí. Lo verdaderamente violento para mí sería intentar separarlo. Es que ni me lo imagino.

¿Qué vida confesable llevas ahora como escritor? ¿Qué autorretrato te harías?

            Pues nada, el más vulgar de los retratos: te levantas, atiendes las obligaciones básicas personales y ciudadanas, y cuando se te ocurre algo que crees que podría ser un hallazgo te sientas a escribir. Eso sí, salpicado con decenas de viajes que la literatura me ha impuesto. Y eso es un inconveniente, ya que no me gusta nada viajar. Prefiero estar en mi casa. Pero es lo que hay.

Hablando de viajes, ¿es factible escribir si se va en grupo o solo funciona con viajeros solitarios?

            Prefiero viajar acompañado, pero para escribir, si se va solo es mucho mejor, al menos en mi caso. Entre otras cosas, porque como no me gusta viajar, no me queda más remedio que intentar reproducir las condiciones de hábitat más parecidas a mi casa, y esas son estar en la habitación del hotel escribiendo y viendo la tele. Por eso muchos de mis libros han sido escritos en viajes: porque odio viajar.

Venga, una más de viajes, ya que no te gusta. Si te subvencionaran un viaje para escribir ¿dónde te irías?

            ¡Que me subvencionen estar en mi casa! Ése es el viaje que espero algún día hacer.

¿Te costó convencerte de que tú podías dedicarte a escribir?POSTPOESÍA

            No, desde que empecé, a la edad de 18 años, intuí que tenía algo que aportar, lo que no sabía era cómo hacerlo. Por eso lo que sí me costó es estar seguro de que había encontrado eso que llaman “mi voz”, y eso fue a la edad de 30 años más o menos. O sea, que es mucho tiempo, investigando tu propia poética, construyendo a tientas tu visión del mundo articulada en un lenguaje, etc. En mi opinión, un artista –sea escritor, pintor, científico, da lo mismo-, sólo lo es cuando ha creado un cosmos propio perfectamente identificable. La gente que hace avanzar las artes, no imita lenguajes sino que inventa su propio lenguaje. Eso es lo que más valoro en un artista, aunque su obra no me guste, que son dos cosas totalmente diferentes. Hay escritores cuya obra no me gusta pero a los que considero verdaderos genios, que admiro.

¿Qué momentos te invitan a escribir?

            Cualquiera, escribo a cualquier hora y en cualquier parte cuando creo que tengo algo que decir. Pero quizá los momentos más estimulantes sean por la noche.

¿Y escribes con música?

            No, nunca escribo con música, me despista. Sí puedo escribir con ruidos de la calle, etc.

¿Funciona la entropía en la escritura?

            Sí, pero como entropía creadora de orden, no de desorden. Como ocurre en los llamados Sistemas Complejos, en los que es el aumento de entropía lo que genera estructuras vivas. De hecho, creo que mi literatura podría definirse como un realismo complejo: es totalmente realista, comprometida con su tiempo, y lo es en el sentido de tratar la contemporaneidad como lo que realmente es, una red de complejidades: relaciones analógicas, casi siempre ajerárquicas, muchas puertas a través de las que sólo entrevemos, etc. La realidad es lo más misterioso.

 

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